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Casamiento y mortaja, del cielo baja

Artículo de Francisco Calvo Manzanares sobre costumbres de los Santos y difuntos

Crtejo funeratio en las calles de Villada (Palencia) / Archivo tradicional

Crtejo funeratio en las calles de Villada (Palencia)

Palencia

Francisco Calvo Manzanares

Los días 1 y 2 de noviembre conmemoramos las fiestas de los Santos y fieles difuntos. El objetivo es recordar a aquellos que por su santidad o por ser nuestros seres queridos ya no están en el mundo terrenal y han alcanzado otro. En un mundo cada vez más globalizado es necesario hacer el ejercicio de reivindicar las tradiciones propias de nuestra idiosincrasia, cuya preservación está en estado crítico.

La muerte es el estado más temido de la sociedad, y en momentos de incertidumbre la población busca el más mínimo resquicio al que aferrarse, tratando de evitar el mal al que temen. Aquí es cuando la religiosidad entra a formar parte de la vida del pueblo, ya que esta servirá para eliminar la zozobra. La promesa de salvación será el pilar sobre el que apoyarse. Dicho así puede sonar ingenuo, pero realmente en situaciones complicadas se hace presente.

Pero ¿Por qué buscar esta ayuda de lo divino? si como hemos dicho la muerte estaba presente y se tenía como algo natural. Si morir es parte de la vida al igual que el nacer ¿por qué se teme a lo primero y no a lo segundo? ¿es ese miedo el reflejo de algo infundado o es inherente al ser humano por que representa lo desconocido? El qué hay después es la respuesta a todas esas preguntas y más cuando no se vive en calma en el plano terrenal. El temor por morir y seguir sufriendo hizo que la gente fuese buscando vías de salvación. Pues, aunque morir sea algo inevitable no sabemos que hay después, al contrario de lo que sucede al nacer que viene la vida. De ahí surgirá la idea de la nueva vida tras el fin de esta.

SOBRE LOS MIEDOS

Los miedos a la noche, a la falta de luz, a la guerra, a la sed y el hambre son parte del imaginario colectivo referidos a la muerte, como es el ejemplo de castigo hacia los niños que antiguamente se los amenazaba con que si no se comportaban adecuadamente vendrían a por ellos las ánimas, el tío camuñas o en los últimos tiempos el hombre del saco o el coco. Entre todos estos personajes debemos destacar el papel de las ánimas que no dejaban de ser eso, ánimas, pertenecientes a aquellos que ya habían muerto.

El temor al fuego eterno por no haber sido buen cristiano será contrapuesto con el fuego purificante, de acuerdo con el Catecismo de la Iglesia Católica. Por lo tanto, las almas de aquellos que habiendo muerto en Cristo porten sobre sí la macula del pecado, limpiarán en el Purgatorio su alma antes del Juicio del Padre. ¿Y cómo se elimina el pecado en el Purgatorio? La respuesta la encontramos en la aparición de la Virgen a san Simón Stock en el Monte Carmelo en 1251 cuando le entrega el escapulario diciéndole: “Quién muera con él, haré con mis ruegos e intercesiones especialísimas, que se salven”.

Y es que, además del escapulario y el papel de la Virgen del Carmen como intercesora, se multiplicarán las cofradías de ánimas encargadas de la gestión de los entierros y de velar por la salvación de aquellos que vagan esperando la luz divina. Con el paso del tiempo esta devoción y la creencia, sumada a la ratificación por numerosos pontífices y estudiosos de la Iglesia, conferirán a la Virgen María el poder de liberar a las almas de ese lugar de redención el sábado siguiente al deceso.

Cofradía de la Virgen del Carmen de Paredes de Nava (Palencia)

Cofradía de la Virgen del Carmen de Paredes de Nava (Palencia) / Archivo de la cofradía

Cofradía de la Virgen del Carmen de Paredes de Nava (Palencia)

Cofradía de la Virgen del Carmen de Paredes de Nava (Palencia) / Archivo de la cofradía

Todos estos ministerios llegarán al pueblo gracias a la labor de difusión que realizó la orden del Carmelo. Entre sus filas se encontrarán algunos de los santos más importantes para la Iglesia como santa Teresa de Jesús o san Juan de la Cruz. Ambos santos son destacados por su labor literaria y por fundar la orden de los carmelitas descalzos abogando una vida caracterizada por una mayor sencillez y pobreza como la de inicios del movimiento carmelita.

Teresa decide ampliar su obra y comienza así su fructífera actividad fundadora, tanto de monjas como de frailes, extendiendo así la devoción al Carmelo fundando en diversas ciudades entre las que se encuentra Palencia (1581).

El éxito de esta labor queda patente en el sentir popular en numerosos rezos y cantos pidiendo su auxilio. Así como en numerosas cofradías que dedicadas a su figura o a la de las benditas ánimas realizan los oficios pertinentes. Tal llegó a ser la devoción al Carmelo que un gran número de protocolos testamentarios señalan la voluntad de innumerables fieles de ser inhumados portando el hábito carmelita: “Primeramente mando se encomiende mi alma a Dios nuestro señor que la crió y redimió con su preciosísima sangre y el cuerpo a la tierra de que fue formado el cual hecho cadáver es mi voluntad de amortaje con dos hábitos uno de nuestra señora del Carmen y sobre éste otro que tengo de Santo Domingo y sepulte en el panteón de esta villa que así es mi voluntad” (Testamento de María Zorita, vecina de Villada, 1851). Mas los testamentos también manifiestan la preocupación dejando encargadas misas por el ánima del difunto, así como el de su marido, mujer, padres y las penitencias mal cumplidas. También reflejan las ofrendas de pan y hachas de cera que se han de presentar sobre su sepultura y la frecuencia en que ha de hacerse. En el distrito de Villarramiel fue común dejar un pago anual por el toque diario de ánimas y cuatro panes por misa.

COSTUMBRES DE INTERÉS

La encuesta realizada entre 1901 y 1902 propuesta por el Ateneo de Madrid, respecto a la provincia de Palencia, evidencia algunas costumbres de interés. En cuanto a la previsión de sepultura en el distrito de Frechilla destacan la existencia de la subasta de las cruces de Villada, donde el ayuntamiento sacaba a subasta la sepultura, que se otorgaba al mejor postor y este debía pagar anualmente una cuota (1 peseta 50 céntimos) para preservar sus derechos; o la cuadrilla existente en Villacidaler que velaba por los enfermos que lo solicitasen sin pagar cuota alguna, exigiendo buenos modales en palabra y obra. El rezo del rosario de la buena muerte en el momento de agonía fue costumbre en localidades como Baquerín, Fuentes de Nava o Mazariegos. Llegado el fallecimiento el toque de difunto es costumbre generalizada, más el número de campanadas en algunas poblaciones es discriminatorio: si es hembra, 9 en Renedo de la Vega y 11 en Villamediana; o varón, 11 en Renedo y 12 en Villamediana. En lugares como Villarramiel o Frechilla se habla de 9 campanadas indistintamente y en Valdespina no se determina número. En lo que se refiere al velatorio, en Frechilla se documentó el rezo de rosarios de cinco, siete o quince dieces, haciendo descansos entre un rosario y el que le sigue en lo que se denomina rodada, que consiste en dar a los que velan pan, queso y vino.

En nuestra provincia podemos destacar las cofradías de ánimas, que vinculadas a la comarca del Cerrato celebraban oficios durante los carnavales, caso de Vertavillo y Antigüedad. Mas el reglamento fundacional de Antigüedad de 1701 en su capítulo trece recoge la manda de que todas las noches haya un hombre que al tocar las aves marías diga por las calles en las esquinas alzando la voz: “Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar y María Santísima Nuestra Señora sin pecado original en el primer instante de su natural, amén. Hermanos, acordémonos de aquellas Benditas Ánimas del Purgatorio que están padeciendo grandísimas penas, socorrámoslos con un padre nuestro y un avemaría para que cuando nos hallemos haya quien por nosotros haga otro tanto”. Estas cofradías tenían su papel en la ceremonia mortuoria si fallecía un hermano cofrade, así en Valdespina la noche anterior al entierro el llamador o alguacil tocaba un esquilón por las calles avisando a los demás cofrades de la obligación de asistir al funeral bajo pena de multa. Las cofradías eran las encargadas de la conducción del cadáver: en el caso de Boadilla de Rioseco era la del Santísimo la preeminente en desplazar al finado desde la habitación a la puerta de la vivienda, cadáver que en lugares como Mazuecos de Valdeginate, Guaza o Fuentes de Nava iba descubierto.

El fallecido era desplazado en caja o andas/angarillas, normalmente las cajas estaban a disposición de los más pudientes, aunque en Valdespina y Vega de Bur se empleaban andas para todos. Un aspecto singular es la no concurrencia de sacerdotes al sepelio en pueblos como Boadilla de Rioseco y Cisneros.

SOBRE LA COMITIVA

En cuanto a la comitiva, generalmente, van primero los hombres y después las mujeres. En Villarramiel acompañan al cortejo las lloronas, mujeres que se lamentan en voz alta por la muerte del difunto a cambio de una retribución. El luto en el vestir se hace patente en la capa que portan los varones y los mantos o mantillas que llevan las damas. Durante el trayecto a la Iglesia se hacen posas, tres en Valdespina y Vega de Bur, que culminan con la llegada a la puerta del templo, lugar donde permanece el difunto durante la ceremonia.

Después del entierro se regresa a la casa -donde se presentan respetos a la familia- en Villada es en la habitación, mientras que en Frechilla es en la puerta de la vivienda a los hombres y en la habitación a las mujeres. En Valdespina emplean las fórmulas “Dios le haya perdonado” y “Salud para encomendarle a Dios”, esta última también en uso en Frechilla, Vega de Bur y Villarramiel. La familia convida a los forasteros y asistentes a dulces y pastas en el caso de Añoza y chocolate al cura en Villalcón de los Caballeros. Tras el pésame la familia reparte pan y limosna a los pobres.

Actualmente podemos observar que la devoción al Carmen sigue vigente, mientras que la preocupación por vagar penando en el Purgatorio ha quedado reducida a algo testimonial. Son días para recordar a aquellos que se fueron y, tal y como se hacía antaño presentar a las nuevas generaciones a sus antepasados -teniendo a la muerte presente- respetándola, pero sin temerla.

 

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