Premio a la Pasión: Alberto Faricle

Soria

Para muchos, la bicicleta es un medio de transporte, un elemento de ejercicio o para el ocio... Pero para Alberto Faricle es una auténtica pasión en cualquiera de las vertientes que podamos imaginar. Otrora ciclista profesional, su vinculación con el deporte de las dos ruedas ha traspasado fronteras espacio-temporales. Hablar de Alberto es hablar de ciclismo.

Por un lado, con la organización de La Histórica, la marcha ciclista retro (no competitiva) que cada año atrae hasta Abejar a numerosos aficionados al ciclismo y más concretamente al ciclismo vintage, con bicis, maillots y todos los elementos que podamos imaginar vinculados a épocas pretéritas de este deporte. Nada de cambios de marcha modernos y sillines ergonómicos y ‘cómodos’ y sí muchos maillots de lana y cascos ‘chichoneros’, pero sobre todo, bicis anteriores a 1992. Y no solo en cuanto a lo material lo humano también tiene protagonismo con la presencia un año sí y otro también de numerosos ciclistas antaño profesionales, tanto nacionales como extranjeros, que reverdecen viejos laureles en el pelotón, como el gran Perico Delgado, Chechu Rubiera, Ángel Arroyo, Julio Jiménez, Iñaki Gastón, Iván Gutiérrez; Dori Ruano, Andrei Zintchenko, Serguei Smetanine (los rusos ‘sorianos’) o el italiano Fabio Roscioli, entre otros muchos. Algunos vienen y repiten, que no es decir poco. Pero al frente de ese inusual pelotón, siempre Alberto organizando una jornada deportiva Roma lúdica coma cultural, gastronómica y nostálgica.

Y, por otro lado, está el inefable museo que, de forma gratuita, sin cobrar entrada, ofrece en las instalaciones del Centro Comercial Camaretas, repleto de piezas de incalculable valor económico, histórico y sentimental, trayendo al presente ciclismo de otras épocas, tal vez al que muchos nos aficionamos hacia décadas y que tanto añoramos, cuando el factor humano y no tanto el tecnológico marcaba las diferencias en cada carrera y en cada ascensión a míticos puertos de montaña. De tal modo, allí podemos encontrar los ‘maillots’ y ‘culotes’ de equipos clásicos tanto nacionales como extranjeros (desde el Reynolds de Perico, el Kelme de Lale Cubino, el Banesto de Miguel Induráin, el Gewiss de los rusos Berzin y Ugrumov, el Mapei de Fernando Escartín y Tony Rominger, por citar sólo algunos), o jerséis de campeones nacionales, cascos (desde los más vetustos a los más modernos), bidones, carteles, juegos de mesa, e incluso las bicicletas cedidas por míticos ciclistas del pelotón internacional, como el clasicómano belga Johan Museeuw. Observando cada pieza, vienen a la mente capítulos épicos de un deporte no siempre bien considerado pero que sigue siendo todo un espectáculo.

En definitiva, entre la carrera y el museo vivimos todo un viaje al pasado de este deporte de la mano de Alberto Faricle y su enorme pasión por el ciclismo, que nos contagia sin poder (ni querer) evitarlo.