Luchar

León

Me apetece pensar que este dolor que tengo por aquí dentro no corresponde a nada urgente. Aunque podría ser que no me diera cuenta de la gravedad del asunto, que me quedase tranquilo mirando el escaparate de las novedades del mundo como el que ve caer copos de nieve bailando en el cielo gris del otoño, sin contemplar la urgencia de luchar para que lo que duele se espante. Más que las noticias del telediario o del boletín de las dos y cuarto, que puede que también, lo que me concierne es el desajuste de lo cotidiano, lo que me termina doliendo muy en el fondo de alguna arteria es la fragilidad de la vida de cada día, su carácter quebradizo en las relaciones con los otros. La estafa monumental del cambio de las relaciones personales por la vida en las redes sociales. Y ya sé que es un demagógico lugar común.

Me salgo de ahí. No quiero subrayar lo que es obvio. Déjame que ponga el foco en un rincón del escenario, una esquina en la que parece que no está pasando nada. El Ayuntamiento de León y la Consejería de Educación están ultimando un acuerdo para mejorar los centros educativos públicos del municipio. Una manera de levantar un puente donde hace nada había un muro. Es una noticia estupenda. Mejorar lo que hay. Dejar de luchar entre sí para luchar en favor de todos. Pero ¿y si ni la Consejería de Educación, ni el Ministerio, ni el Ayuntamiento pudiesen atender a la verdadera lucha a la que se enfrenta la educación? Algo ocurre en el sistema educativo que no estamos viendo. Mi tesis es que tiene que ver con el modo en el que hemos aprendido a relacionarnos y el modo en el que la tecnología de la información ha revolucionado la manera en que lo hacemos. La forma de entender el mundo desde lo social no coincide con el modo en el que se entiende la realidad desde la red social. Los adolescentes viven en las redes sociales virtuales tanto como en la relación social inmediata, si no más, y el sistema educativo no está percibiendo esa disociación, aunque tome nota de ella. Se da cuenta de lo que ocurre, pero no tiene armas para luchar ni para adaptarse, sigue en el siglo XIX: pizarra, apuntes, examen.

Aprender es de importancia vital. Entender lo que se aprende y para qué se aprende es determinante.