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Opinión

Masticar

La columna de Rafa Gallego: Masticar (28/11/2025)

León

Una mujer de rasgos asiáticos desayunaba en un pequeño café cerca de la calle Lancia. Seguramente estaba haciendo el Camino de Santiago. Por lo menos eso indicaban sus botas, su ropa deportiva y la voluminosa mochila que estaba sobre una silla, casi que sentada a la mesa como un comensal más, como si se tratase de la única compañía de la que la mujer podía disfrutar. Tomaba pequeños sorbos de la taza cogida entre las dos manos y, cuando mordía el bizcocho, lo masticaba con laextrañeza propia de los que no conocen la costumbre leonesa de regalar algo para picar con el café. No escuchéla conversación con la camarera, pero apuesto por unas frases de desconcierto al aparecer el voluminoso trozo de bizcocho junto a la taza, un desconcierto imagino que en inglés, que sería respondido a ciegas por la dueña del bar con un gesto de madre, un “es que aquí somos así, aunque no lo entiendas” o algo por el estilo, que a su vez puede que fuese imposible de entender para la turista. Pero lo real era el masticar gustoso de la peregrina, que devoraba el bizcocho con la avidez de quien no necesita más compañía que la de la mochila.

Desde la posición privilegiada de su silla dominaba todo el bar y ejercía su poder de elemento extraño, el magnetismo de lo inusual. Masticaba a conciencia cada bocado con un rigor diría que japonés, aunque me proclamo incapaz de distinguir la procedencia de las personas asiáticas y, aunque soy consciente de que debe de ser muy obvio, no soy capaz de distinguir un siamés de un vietnamita. Me dio por pensar en esa indistinción y he seguido dándole vueltas al tema, porque la única consideración que se podría hacer sobre la mujer asiática es que masticaba con deleite el bizcocho gratuito y que, en todo lo demás, era uno más de entre todos los seres humanos posibles. Quiero decir que su diferencia es personal, está en su individualidad, no en el hecho de estar recorriendo el Camino de Santiago o en la evidencia de pertenecer a una raza diferente a la de todos los que en ese momento estábamos en el bar.

Cuando salió y se fue hacia la calle Lancia dio varias vueltas en esa confluencia de calles que hay en la parte trasera de El Albéitar. Se ve que el GPS no le daba buenas señales o la confundía o quizá estaba pensándose seriamente volverse al bar para quitarse el frío masticando otro pedazo de bizcocho.