Cemento mori

Juan Miguel Alonso

León
La resolución definitiva del Ministerio gobernado por el Maligno Oscar X ha pegado la patada definitiva al caldero de la integración ferroviario en la ciudad. Se cementarán las vías que van del centro de la ciudad hasta el campus y el sueño de devolver el tren al corazón de la ciudad se desvanecerá bajo el silente paso de un autobús eléctrico.
Si la medida es un derroche de pragmatismo posmoderno, las caritas coloradas de los responsables locales del PSOE, ese tragar saliva mientras el Secretario de Estado pasa revista a las tropas arrodilladas, provocaría bochorno en cualquier paisano de bien y un terremoto de indignación entre el paisanaje legionario. Pero los días pasan, las desmemorias se amontonan y aquí no ha pasado nada. ¿ Quién se acuerda ya a estas alturas de donde está la bolita de los trenes polvorientos , llenos de herrumbre y mierda en cualquier almacén del Levante español? Nadie nunca jamás. Esos trenes de los que usted me habla, podría decir cualquier mamífero de los que ocupan sillón y tienen mando en plaza, aunque este sea remoto y lo gestione un señor de Valladolid.
Ya ni el verdín entre los raíles respetan. Qué vamos a decir de la defensa de la cosa pública.
Y del amor propio y la coherencia que invitarían a cerrar la puerta por fuera y volver a casa a estos innombrables corramos un oportuno velo, que vienen elecciones.
Lo peor con todo, no es el cemento, sino esa sensación de derrota y resignación colectiva que se instala en diciembre y que nos obliga a olvidar que bajo esos adoquines de la vía estrecha estaba siempre la arena húmeda de la playa.




