Los virus
Juan Miguel Alonso
León
Esta voz cavernosa que ustedes escuchan trae causa en los virus felones que se están constituyendo en pandemia. Nada nuevo bajo el sol de diciembre, a las puertas ya de esa conspiración navideña que encabezan desde la noche de los tiempos El Corte Inglés y Mariah Carey.
La cosa de los virus ya se sabe que es incapacitante y contagiosa, muy contagiosa. Alguien le da la mano, un beso, comparte un vaso , o solo un espacio y el maldito salta de sujeto en sujeto y ya está usted infectado. Algo así ha debido suceder en el PSOE, donde los virus de la testosterona y la corrupción han dejado la planta noble de Ferraz hecha unos zorros. Si usted abre ahora mismo la puerta del despacho de Ábalos, es muy probable que un ola de fluidos testosterónicos le pongan a usted perdido, como a un pescador en la cubierta de un atunero en el Gran Sol. Esa excrecencias están plagadas de virus y bacterias superresistentes que requieren tratamientos contundentes, pero parece que el doctor Sánchez ha devenido en un negacionista recalcitrante y un antivacunas de tomo y lomo.
Tres cuartos de lo mismo pasa con el virus del trinque y la corrupción, que usted le ha dado la mano un día a Cerdán, o un abrazo inocente a Leyre a la salida de un mitin , y , en lo que canta un gallo ya está infectado. A su pesar, claro. El sistema inmune detecta el ADN del chorizo vírico, pero no puede evitar alguna mordida en cualquier contrato de mascarillas o en una obra pública , porque el servicio público y la caridad bien entendida siempre empiezan por unos mismo.
Resulta conmovedora la rapidez del contagio y , sobre todo, la desmemoria histórica que siempre asegura una extensión rápida de la enfermedad y el óbito del paciente, que, a estas horas ya está en UCI, entubado y sedado, así que no se ha enterado el pobre de lo que hay.