Los inocentes de nuestros días

Palencia

Vivimos en un mundo que avanza deprisa, pero deja atrás a demasiadas personas. Mientras hablamos de progreso, cada día mueren niños por causas evitables: hambre, guerras que no entienden, enfermedades que no deberían ser una condena. Sus nombres no aparecen en las noticias, pero su ausencia pesa más que cualquier titular.

Hay jóvenes que cargan con problemas de salud mental en silencio, atrapados entre la exigencia de ser fuertes y el miedo a pedir ayuda. Se les juzga por no encajar, cuando lo que necesitan es tiempo, escucha y cuidado. Migrantes que cruzan fronteras buscando una vida digna y encuentran rechazo, desconfianza y muros, físicos y mentales. Personas sin hogar que se vuelven invisibles, como si dormir en la calle les hubiera quitado también el derecho a existir.

Están los mayores, solos, esperando una visita que no llega, con recuerdos como única compañía. Personas a las que nadie llama, nadie abraza, nadie pregunta cómo están. No es falta de recursos, es falta de voluntad y de humanidad.

Este mundo no es injusto por casualidad, lo es porque muchas veces miramos hacia otro lado. Recordar a estas personas no debería ser un gesto puntual, sino una responsabilidad constante. La indiferencia también mata, aunque no deje huellas visibles.