Los "cuatro" vecinos de Villar del Corneja ya "disfrutan" del 2026 tras celebrar las Campanadas a las doce del mediodía

La pequeña localidad abulense de Villar de Corneja, que cuenta con 28 vecinos empadronados, aunque solo cuatro de ellos viven durante todo el año, ha adelantado al mediodía, como ya viene siendo tradición desde hace más de dos décadas, las campanadas para dar la bienvenida al año nuevo.

Con la alegría de otras ocasiones, desde que la alcaldesa Carmen Hernández puso en marcha esta iniciativa en 2004, más de medio centenar de personas, entre vecinos y visitantes, ha dado la bienvenida a 2026 por anticipado, para que los vecinos de avanzada edad pudieran compartir este momento especial con el resto aunque, en esta edición, han echado de menos a los siete vecinos que por su avanzada edad han tenido que abandonar su hogar quedándose tan sólo cuatro vecinos residiendo, según ha lamentado la regidora.

Lo que comenzó como una idea modesta para facilitar la convivencia se ha consolidado como una tradición ineludible que atrae a residentes y visitantes, pero también en una forma única de desafiar el tiempo y la despoblación y poner voz a la España Vaciada.

"Vamos a menos", lamenta Carmen Hernández que no confía en que la cifra se recupere. "Faltan recursos, no sólo vecinos" ha insistido Hernández quién ha recordado Villar de Corneja es "uno de los pueblos vaciados" en un problema que se arrastra ya desde "hace años" en los que, según ella, "las administraciones nos tienen abandonados y al final nos quedaremos solos, nos acabaremos por ir todos".

"Estos pueblos se encuentran al borde de desaparecer" ha reflexionado Carmen Hernández quién ha reclamado más servicios y "menos complicaciones" para por ejemplo poner en marcha un centro multiusos que, hoy, si el sol no se hubiera unido a las celebraciones habría dejado sin un lugar donde festejar las campanadas a los asistentes.

Esta singular costumbre permite a sus habitantes dar la bienvenida al año nuevo al mediodía del 31 de diciembre, convirtiéndose en uno de los primeros lugares de la península en festejar el cambio de ciclo.

A medio día, a todos los asistentes, alguno más de 70, el consistorio les ha repartido las tradicionales doce uvas en bolsitas, a la espera de que el reloj del Consistorio comenzara a dar las campanadas.

Tras ellas, tras el sonido del reloj que ha marcado el "inicio" del nuevo año, ha llegado el momento del brindis y de los buenos deseos entre los participantes en esta simbólica fiesta en una localidad que ha puesto una sonrisa a un realidad que cada vez deja vacíos más pueblos.