El lío de la candidatura de los Juegos de invierno
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El lío de la candidatura de los Juegos de invierno
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Barcelona
El Comité Olímpico español debería anunciar las próximas horas que sucede con la candidatura de los Juegos Olímpicos de Invierno 2.030. Los que iniciaron su camino tras el éxito de Barcelona 92, juegos de verano de los que se cumplen 30 años estos días, y que de la mano del alcalde Hereu quisieron buscar su complemento para el 2.022. El invierno de Pequín que fue el prolegómeno a la invasión de Ucrania por parte de Rusia, como se supo en su momento, que era el compromiso de Putin con Xi JIngping.
De aquellos anhelos a estos desvelos. Los protagonizados por la división social y política de Catalunya porque no todos ven bien ni aceptan el reto. Por razones medioambientales, preferentemente, pero también por motivos políticos que dividen al propio govern de la Generalitat, a la cúpula de los partidos independentistas y a su militancia. Esta fue la causa de la consulta con la que el gobierno catalán se comprometió ante la ciudadanía de las comarcas de los Pirineos, donde los Juegos son vistos como el maná que nunca les llega, la actualización de sus necesidades que siempre les prometen, pero nunca se materializan y la posibilidad de constar en el mapa mundial de una vez y por todas.
Esto es lo que gusta al Comité Olímpico Internacional: ampliar el mapa y dejar constancia de una cordillera que, no por pequeña, comparada con las grandes del mapa mundi, deja de ser interesante y que podría estar viviendo sus últimas posibilidades a causa del cambio climático. A pesar de todo, las opciones de Sapporo, Salt Lake City y Vancouver no son menores, pero, en cambio, sí que son mucho más fáciles. Y como el presidente de Aragón se ha empeñado en el agravio comparativo y distributivo, según sus denuncias constantes, la mancha de la candidatura conjunta se ha ido extendiendo hasta dejar en manos del COE la decisión final que puede ser que se consiga un milagro conjunto al que la Generalitat siempre ha estado dispuesta respetando Barcelona como gran reclamo, o que cada una concurra por separado, con lo cual o se neutralizan o se perjudican mutuamente, o deja que pase el tren para otra ocasión de todavía mayor dificultad.
No es extraño que el señor Lambán haya desconcertado a todo el mundo. Desde la familia olímpica, a su propio partido, al gobierno español sin el apoyo del cual nada es posible, a sus ayuntamientos de montaña a pesar de haber conseguido que, al final, cerraran filas con él, y por supuesto a la Cataluña que mira con recelo jugando la misma carta victimista y comparativa como la que aplica para acusar habitualmente a sus vecinos. La duda razonable es a donde lleva tanto despropósito. Y a las puertas de salir de dudas, la primera intuición es a buscar una negativa a partir de la cual todos tendrán su justificación en el otro. Pero todos respirarán aliviados gracias a su propio desatino.