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Katerina, un año después: “Hasta hace poco yo lloraba todas las noches y mi hijo me sigue preguntando cuándo volvemos a Ucrania”

Tiene 30 años y vino como refugiada hace once meses junto con su madre y sus dos hijos. Ahora reside en el Centro para Refugiados ucranianos de Leganés que gestiona Cáritas Diocesana

Entrevista a Katerina, refugiada ucraniana en Leganés, y al padre Andriy, también ucraniano, con motivo del año de inicio de la invasión de Ucrania.

Entrevista a Katerina, refugiada ucraniana en Leganés, y al padre Andriy, también ucraniano, con motivo del año de inicio de la invasión de Ucrania.

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Leganés

Katerina dice que ahora está “más mejor”, en un español que aprende día a día y que habla razonablemente bien después de once meses en nuestro país. A pesar de todo reconoce que “hasta hace poco” lloraba todas las noches al acostarse acordándose del país en guerra que ha dejado y de su padre y hermano que luchan en el frente.

Antes de llegar al Centro de Refugiados ucranianos de Leganés, donde reside desde su apertura hace dos meses, había estado acogida por una familia en Madrid y luego por otra en Castilla y León, a las que agradece lo bien que la trataron a ella y su familia. Ahora ha convertido este centro leganense en su casa, “aquí se está muy bien, cuando solo oímos hablar ucraniano, es como si estuviéramos en nuestro país”, dice con una media sonrisa.

Sin embargo, este tiempo fuera de su tierra y alejada de su familia le pasa factura a esta mujer de 30 años, profesora de inglés, y a sus dos hijos, un niño de ocho años y una niña que mañana cumplirá cuatro. Los niños se han integrado perfectamente y en el colegio tienen muchos amigos, aunque cuando llegan a casa empiezan los recuerdos. “Mi hijo me pregunta todos los días cuándo volvemos a Ucrania con el abuelo y mi niña, muchas noches habla en alto con mi padre en sueños”, cuenta en una entrevista con SER Madrid Sur con motivo cumplirse un año del inicio de la invasión rusa.

“Mi hermano está en el frente, pero no me dice dónde”

Ahora, su hermano, capitán de Policía en Kiev, está luchando en el frente. No sabe dónde. Habla con él por WhatsApp, pero “nunca me dice dónde está, por seguridad”. Muchas veces, afirma, le escribe y tarda horas y horas en contestarla. “Tengo el corazón encogido porque no me contesta” y otras le dice “ahora no puedo” y también la intranquiliza porque empieza a pensar en qué situación estará. La última vez que habló con él, hace tres días, le dijo que todo iba bien. “Siempre me dice lo mismo, para no preocuparme”.

Su padre veterano del ejército ucraniano, “estuvo en Afganistán”, se ha quedado allí luchando como voluntario. Tiene 56 años, vivía de la agricultura, pero ahora ha cambiado por completo todo.

Cómo vivió el comienzo de la invasión hace un año

Katerina recuerda el día en que empezó todo, un 24 de febrero de 2022. Ese día, en el pueblo cercano a Kiev donde vivía, a las cuatro de la mañana escuchó un gran estruendo, pero no sabía qué era. “Por la noche habíamos cenado y visto una película en la televisión, todo normal”, dice, hasta que al día siguiente vieron al presidente Zelenski en los medios diciendo que había comenzado la invasión. “Yo trabajaba en el Ayuntamiento. Entraba a las nueve y ese día fui dos horas más tarde”, por el desconcierto que había en todos los sitios. Recuerda hablar con su hermano, capitán de policía en la capital y con sus padres, residentes en un pueblo cercano. Aguantaron tres semanas. “Creíamos que todo se iba a pasar en dos o tres semana, que acabaría enseguida”. Pero no fue así, y animados por su padre, sus hijos, su madre y ella emprendieron el camino de ida, en este caso hasta España.

El padre Andriy

Junto a ella el padre Andriy, sacerdote ucraniano que estuvo dos semanas al comienzo de la guerra en su país y más tarde regresó a Getafe para desde la Diócesis y Cáritas ayudar a sus compatriotas refugiados. Él también tiene familia allí, a sus padres, ya mayores para marcharse, aunque cuenta que están en una zona rural próxima a Polonia donde la guerra casi no ha llegado.

Nos cuenta cómo la ayuda aquí ha ido cambiando. Primero alimentos, medicinas y ropa era lo que se enviaba, después llegó el Centro de Refugiados de Leganés, con la inestimable ayuda del Ayuntamiento para su reforma, y ahora toca trabajar en la integración.

Andriy reconoce que hay muchos refugiados que están volviendo a su país, porque sus casas están en zonas donde la guerra casi no ha llegado y han decidido regresar. Sin embargo, Katerina lo tiene claro. “Ahora no volvería, tengo miedo por mis hijos, además, no tengo trabajo y no podría ayudar nada”, pero “si hoy me dijeran ha terminado la guerra, me cogería mi bolsa y me iría hoy mismo”.

 
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