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Mano firme contra el párkinson

Médicos, pacientes y familiares llaman la atención sobre la necesidad de potenciar la investigación de enfermedades neurodegenerativas porque nuestra esperanza de vida cada vez es mayor

Mano firme contra el Parkinson

Madrid

Hasta llegar al quirófano 18/504 del Hospital de la Princesa han pasado 12 años desde que un médico puso nombre a los problemas de movilidad de Manuel: párkinson. Afecta en España a 150.000 pacientes, un 10% en estado avanzado.

Es aquí donde van a ganar tiempo al tiempo, retrasar el reloj de su enfermedad y recuperar parte de la movilidad perdida que le ha llevado a una silla de ruedas. El equipo de la Unidad de Trastornos del Movimiento del Servicio de Neurología de este hospital madrileño, está preparado para realizar una estimulación profunda del núcleo subtalámico del cerebro. Neurólogas, neurocirujanas, neurofisiólogas, anestesistas, enfermeras, auxiliares, celadores y residentes que se forman en esta especialidad, observando cada movimiento, cada indicación.

En la mesa del quirófano, después de meses de pruebas, despierto, con el cerebro perforado, Manuel Ruíz González. El objetivo para este extremeño de 72 años, al que la enfermedad debutó cuando estaba a punto de jubilarse, es estabilizar y controlar los temblores para recuperar la movilidad. Que su pierna y su mano se mueva cómo y cuando él quiera, porque llega un momento en el que los fármacos no son suficientes para mantener la calidad de vida de los pacientes por los temblores, la rigidez y la dificultad de movimientos

Lidia López Manzanares es la neuróloga al frente de esta Unidad de Trastornos del Movimiento. En el mismo quirófano una vez por semana, un paciente al que la medicación ya no hace el efecto desdeado, se somete a esta técnica: buscar el lugar exacto del núcleo que regula el movimiento en el que colocar la punta del electrodo.

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El perro de San Roque...

"Mueva el pie para arriba y para abajo que yo lo vea", "cinco lobitos", "¿se encuentra bien?" La doctora López Manzanares pendiente en todo momento de Manuel, empática en el tono de su voz y con la sonrisa que se dibuja en sus ojos por encima de la mascarilla, repite una y otra vez las indicaciones para comprobar en qué punto la reacción es mejor.

"El perro de San Roque..." ese es el pie para que Manuel termine la frase sonriendo. Manuel, cuenta desde la misma mesa de quirófano que solo espera "que la cosa vaya bien y poder moverme mejor, hacer las cosas que hacía antes, porque ya no podía hacer nada, ni andar, ni ayudar a mi mujer a la compra..."

En su caso, las pastillas que se tomaba cada cuatro horas dejaron de hacer efecto porque "las tomaba y a las dos horas empezaba el temblor otra vez". El fin, explica la doctora López Manzanares, no es dejar la medicación, sino que el paciente se encuentra lo más estable posible. "No sabemos curar esto y la enfermedad sigue progresando pero es un empujón muy importante a la medicación".

Esta terapia es para los pacientes en los que sabemos que la mediación funciona, que es muy eficaz, pero que han empezado a tener fluctuaciones que parecen impredecibles. "Da igual a qué hora se tome la pastilla, a veces le funciona y a veces no. Pero uno no puede tener el control de su vida así, no puede decidir si sale a comer con sus hijos o no, porque no sabe en qué momento se va a bloquear".

Equipo de neurología del Hospital de la Princesa

Equipo de neurología del Hospital de la Princesa / Isabel Salvador

Con el GPS por el cerebro

"Esto era central ¿probamos otro?" Pregunta buscando la confirmación de la neurofisióloga, Lorena Vega Celaya detrás de la pantalla de un ordenador donde controla cada 0,5 milímetros las reacciones del paciente según la intensidad de la descarga, tres miliamperios como máximo. "Somos las que llevamos el GPS de los electrodos -sonríe- para saber dónde es el mejor sitio para colocarlos". "Si no tenemos esto, -señala la pantalla y todas las anotaciones de gráficas-, sería como ir a ciegas, y podemos estar en cualquier sitio".

Estos electrodos, explica la neurocirujana Cristina Torres, "son como un marcapasos cerebral". Se colocan en el núcleo que funciona mal y se le da una pequeña corriente para regular la conexión con otras estructuras cerebrales para restablecer el funcionamiento de ese circuito motor. Pero hasta conseguirlo, hay que hacer, no solo un estudio de localización previo, sino probar una y otra vez hasta conseguir la localización exacta, la que hace recuperar al paciente el control de sus movimientos.

A partir de ahí, se coloca el cable definitivo "tunelizado" debajo de la piel hasta el generador, que será el que mandará los impulsos a una potencia determinada para controlar el temblor, la rigidez y la bradicinesia: la lentitud motora.

En el mismo quirófano, adelantándose a cualquier imprevisto también está Lidia, enfermera del laboratorio que ha fabricado los electrodos que están introduciendo en el cerebro de Manuel. No controla la tensión o las vías del paciente, sino que los dispositivos no presenten ningún problema técnico, o de aparecer solucionarlo de manera inmediata. "Aquí no vale llamar al servicio técnico", bromea, "estoy aquí para lo que pueda necesitar en un momento la doctora López Manzanares, que es quien tiene que programarle y se casa para siempre con el paciente".

Programado a distancia

Esa "programación" es la que hará además que pueda controlar en todo momento a distancia los dispositivos y su efectividad. En este caso Manuel con un smartphone desde su casa estará conectado en todo momento con el hospital y con el equipo médico que desde una tablet podrá ajustar a distancia los parámetros de su programador en función de cómo mejoren o no los temblores, sin necesidad de que el paciente se traslade. "Poder hacerlo por teleprogramación en pacientes que viven en Badajoz o en Melilla es un avance importante para ellos", señala la doctora López Manzanares

María, la mujer de Manuel y sus dos hijos esperan fuera noticias de la intervención. Eso, y recuperar el tiempo perdido, porque el diagnóstico del párkinson llegó cuando este soldador estaba ya a punto de jubilarse y hacían planes sobre los viajes que harías, un crucero, ir a Barcelona. Ahora toca recuperar parte del tiempo perdido y volver a hacer planes, porque desde el quirófano llegan buenas noticias, todo ha ido bien.