Jeffrey Dahmer, el caníbal de Milwaukee

Valdemoro

De 1978 a 1991, Jeffrey Dahmer asesinó a 17 personas de forma cruel y espeluznante, violándolas, asesinándolas y desmembrándolas, lo que le valió el apelativo de ‘el caníbal de Milwaukee’, lugar donde cometió la mayoría de los crímenes. Su figura ha sido llevada al cine, al teatro y a series, la última en la plataforma Netflix.

Aunque en la historia de EEUU ha habido numerosos asesinos en serie, Dahmer se ha convertido en uno de los más tristemente famosos por los métodos utilizados, como pudo comprobar la policía el día que entró en su domicilio, la casa de los horrores. “Se le ha definido siempre como un monstruo y un carnicero, no tanto por la cantidad, sino por lo que hacía con sus víctimas, cómo las descuartizaba, por eso su apodo”, cuenta Alberto Albacete, profesor de Criminología en la URJC, Jefe de Policía Local de Valdemoro y autor de la serie de artículos ‘Mala mente’.

Aunque su infancia trascurrió en un entrono estructurado y nada problemático, ya desde muy pequeño se puede observar su fascinación por desmembrar animales, según afirma Albacete. De niño, “cuando iba con su padre de pesca lo que le gustaba era abrir el pescado, desmembrarlo y sacarle las entrañas. Algo que también, al parecer hacía, cuando veía algún animal muerto en la carretera”. Pero Dahmer era un niño introvertido, muy callado, según contaban sus amigos, que desde muy joven empezó a coquetear con el alcohol y “de hecho parece que le expulsaron del Ejército norteamericano por esa dependencia”.

Perfil criminal

El perfil de los asesinados era de chicos jóvenes, en su mayoría que hacían autostop. “Una de las formas de ‘cazar’ a sus víctimas, era coger a los que practicaban autostop, se los ligaba, intentaba llevarlos a su casa y allí empezaba la sesión de horror, porque los violaba, asesinaba, los desmembraba…” cuenta Albacete, quien asegura que también llegó a inyectar a sus víctimas sustancias para que “su voluntad estuviese a su merced”.

Sin embargo, una de las víctimas consiguió escapar esposado de la casa e ir a la Policía a denunciar lo ocurrido, algo que fue importante para investigación de sus crímenes. Cuando los agentes, finalmente, entraron en su casa se encontraron “un auténtico museo del horror”, desde “restos de sangre a fotografías tremendas de sus torturas, cuerpos mutilados, cráneos en el frigorífico…”

Jeffrey Dahmer fue condenado a 15 cadenas perpetuas, al no haber pena de muerte en ese Estado y acabó falleciendo en un centro psiquiátrico penitenciario, donde fue enviado por su esquizofrenia, diagnosticada durante el juicio. Allí, en el gimnasio, recibió un fuerte golpe con unas pesas por parte de otro interno, tras una discusión, que le provocó la muerte.

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