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El 'gran salto' de Mónica García: médica, madre y ministra de Sanidad

Mónica García (Madrid, 1974) cambia el escaño de lideresa de la oposición a Isabel Díaz Ayuso en Madrid por la cartera ministerial de Sanidad

Mónica Garcia, en la Asamblea de Madrid. / Europa Press News

Madrid

“¡Las vallas no se saltan, se pasan!”. Quien no haya escuchado a un entrenador de atletismo desgañitarse con esa frase, es que nunca ha pisado una pista de tartán. Mónica García ha pasado por unas cuantas, hace ya unos años, aunque en la campaña de las Autonómicas de 2021 se volvió a calzar las zapatillas de clavos para un vídeo de campaña. Fue la respuesta de Más Madrid a otro anterior, de Isabel Díaz Ayuso, que se convirtió en objeto de mofa: frente a una presidenta ‘amateur’, al trote cochinero, como se dice en la jerga; una política con hechuras de atleta, que sabe lo que hace. Así es cómo Más Madrid ha elevado el perfil político de García, en permanente contraposición al de Ayuso. Su némesis.

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La técnica lo es todo en los 100 metros vallas –110, en el caso de los hombres-. Tres zancadas entre valla y valla. Nunca se duda, nada de pasitos cobardes antes de encararlas. Pierna de ataque, estirada. La otra, doblada paralela al suelo. La cadera siempre baja. El culo debe pasar rozando la madera. El objetivo es no perder impulso: siempre hacia adelante, nunca hacia arriba. Esas premisas han jalonado, hasta ahora, la carrera de García.

Mónica García compitiendo

Mónica García compitiendo / RRSS

Mónica García se colocó en los tacos de salida en 2012, aún sin saberlo. La sanidad estaba en pie de guerra contra los planes privatizadores de Javier Fernández-Lasquetty. Ella, médica anestesista en el Hospital 12 de Octubre, estaba en la junta directiva de la Asociación de Facultativos Especialistas de Madrid (AFEM). La ‘Marea blanca’ en defensa de la sanidad pública fue el pistoletazo de salida y García se convirtió en una de sus portavoces. Aquello salió bien. Se pararon los planes del Ejecutivo de Aguirre y Lasquetty dimitió. Ella entró en Podemos y en 2015 inició su carrera en las instituciones, aunque en política había entrado mucho antes, desde la cuna. Y es que, si algo es Mónica García -por encima de médica, aunque ella no esté de acuerdo-, es política.

Por tener, García ha tenido hasta grupo de música con uno de sus hermanos y sus amigos, ‘El niño melón’, en el que ella tocaba el teclado. En una de las portadas de sus discos se ve a una Mónica ya treintañera, con gorro de lana, sentada en el respaldo de un sofá junto al resto de integrantes de la banda. En la mano derecha, una ‘birra’. Su paso por la música fue relativamente fugaz; y el atletismo, una etapa más. Nada que ver con la pasión por la Medicina, que ha ejercido durante años y hasta hace solo unos meses. Pero, aún así, lo que nunca dejan las personas como Mónica García es la política.

Apasionada de la discusión pública

La nueva ministra de Sanidad es una apasionada de la discusión pública. “La política no solo es más necesaria que nunca, sino un tesoro a salvaguardar”, defiende García en su libro ‘Política sin anestesia’ (2022). Hija de psiquiatras, mamó de ellos el interés por la carrera médica y el duelo de ideas. Su padre, Sergio García Reyes, ya fue diputado en la I Legislatura de la Asamblea de Madrid por el Partido Comunista de España (PCE).

En su libro, si se obvia el lugar común de que comience con una pertinente cita en boca de un taxista -de las que tanto ha abusado ya el género-, García se defiende de algunas de las acusaciones con las que el Partido Popular ha tratado de erosionar su figura. A la nueva ministra se le han reprochado muchas cosas, casi tantas como ella ha afeado a Ayuso. Entre otras, ser muy incisiva o un exceso de vehemencia en el debate. “Parece ser que a las mujeres no nos está permitido ni el intercambio de pareceres ni la defensa de nuestros valores con todo el ímpetu del que seamos capaces”, responde ella.

Con ese mismo ímpetu replica a aquellos que la consideran una intrusa, usurpadora o hipócrita por defender lo que defiende desde una posición acomodada. Ella, que no pasa apuros y vive en un distrito fino de la capital, como Retiro. “Precisamente porque me lo puedo permitir, precisamente porque tengo la vida semirresuelta y porque tengo valores que trascienden a mi propia individualidad, puedo dedicar tiempo y esfuerzo a mirar más allá de mí misma y formar parte del ‘lobby’ del bien común”, argumenta frente a quienes, como Ayuso, le han afeado en muchas ocasiones que viva “en un ático con vistas”.

Los enganchones en su carrera

Una vallista se puede permitir tocar el obstáculo, tropezar o incluso tirarlo. El paso de valla perfecto es un ideal al que aspirar, pero basta con no besar el suelo. García ha sufrido más de un enganchón en su carrera. El principal, el cobro del bono social térmico, una ayuda estatal concebida para consumidores vulnerables afectados por el alza de la inflación, de la que también se podían beneficiar familias numerosas, como la suya –tiene tres hijos-.

El problema es que ella había criticado duramente al entonces vicepresidente del Gobierno regional, a Enrique Ossorio, por solicitarlo en una situación similar a la suya. Para más inri, estalló el día en el que Más Madrid presentaba su estrategia de campaña de cara las Autonómicas y Municipales de mayo. Mónica García alegó desconocimiento, pidió disculpas, prometió devolver el dinero y reconoció que había caído víctima de la premura que persigue a políticos y periodistas en estos tiempos de memes y virales, en el que Más Madrid se suele mover con soltura. Las urnas la confirmaron como lideresa de la oposición por delante del PSOE. Había tirado la valla, pero la carrera seguía.

García ha superado por el camino la –a menudo difícil- transición de la calle a la política institucional; la ‘guerra civil’ entre pablistas y errejonistas, que en Madrid se saldó con la preeminencia de los segundos; los nuevos desgarros internos para articular esa corriente en un partido; la salida de su referente, Íñigo Errejón, rumbo a la política nacional; las rivalidades internas para encabezar Más Madrid; al PSOE... Pero no ha podido con Ayuso.

La nueva ministra deja la política madrileña sin conseguir el objetivo que se había marcado: “Ganar a la señora Ayuso y dar a los madrileños un gobierno decente”, como ha repetido a menudo. Deja un partido, de marcado carácter regionalista, que ha conseguido consolidarse como referente de la izquierda madrileña, pero que ahora tendrá que buscar una portavocía en la Asamblea de Madrid a la altura. De hecho, este jueves las exministras de Podemos, Irene Montero y Ione Belarra, con sorna, abordaron al líder de los socialistas madrileños en el Congreso de los Diputados para darle la enhorabuena por librarse de la sombra de Mónica García.

Ella va a por otra valla. Ahora le toca gestionar y a otros controlar su labor de gobierno. En el Senado se volverá a topar con el popular Enrique Ruiz Escudero, que ahora es senador por designación autonómica y portavoz del PP en la Cámara Alta en asuntos sanitarios. Él, de formas normalmente impecables y trato afable, lidió con García durante su etapa como consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid. No oculta que piensa cobrarse la revancha: “Ahora empezaré a revisar intervenciones suyas del pasado”, reconocía este jueves entre risas Ruiz Escudero en la Asamblea de Madrid.

Javier Alonso

Periodista. Licenciado por la Facultad de Ciencias...