"Nunca olvidaré la imagen de la autopsia, con la víctima sobre la mesa semidesnuda, ¡qué escuela de ciudadanía es esa!"
Sonsoles fue miembro de un jurado popular en septiembre : "La experiencia humana ha sido inolvidable, el resto sólo ha servido para que por primera vez en mi vida tenga ganas de decir públicamente que el jurado no sirve para nada y está mal hecho. Esto me ha recordado al caso Wanninkhof"
'El jurado no es una escuela de ciudadanía como dice la Ley'
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Madrid
Los franceses utilizan la palabra écoeurée para describir el ánimo con que esta mujer, que roza los 60, llegó a la redacción de la Cadena SER. El término se traduce por "disgustada o asqueada", pero lleva dentro el sustantivo 'coeur': corazón. Literalmente se le había salido el corazón. Emocionalmente estaba tocada.
Trajo consigo el manual del jurado y una y otra vez repetía: "La ley del jurado (Ley Orgánica 5/1995, de 22 de mayo, del Tribunal del Jurado) afirma en su artículo cuarto que "la experiencia del ejercicio de la función de juzgar actúe como escuela de ciudadanía para el mayor número posible de ciudadanos". Sin embargo, se respondía a sí misma indignada: "¿Qué escuela de ciudadanía es ésta?"
Todo comenzó con una carta en su buzón que le llegó mucho antes del juicio por un asesinato, en ella se le advertía que en septiembre tendría que comparecer para el sorteo de miembro de un jurado. Así lo hizo: "Éramos personas muy distintas. Distintos orígenes, distintas edades, distintas profesiones. En un principio pensé que podría ser interesante, pese a que durante una semana estuve casi aislada. Había personas que cuando salíamos de la sala de audiencias, tenían en sus móviles cien mensajes. Hubo otra que venía casi zombi, porque trabajaba de noche. Así que descansaba muy poco y después de las vistas se dirigía a su empleo". Relata que el primer paso fue el sorteo. El juez preguntó a todos si tenían que hacer alegaciones por lo que les había tocado. Algunas fueron aceptadas, otras no. Tras ello, del interior de una urna fue extrayendo nombres. Tras lo cual, cada uno fue entrevistado en solitario, hasta que quedaron once personas. Nueve miembros y dos suplentes. No existe ninguna obligación de paridad de sexos.
La víctima, en la mesa de autopsia
Empezó la vista oral, con los testimonios de los vecinos, los familiares, los amigos y los policías: "Habían pasado dos años o tres de los hechos, y ciertos agentes, algunos de los cuales les costaba expresarse, aún estaban impresionados de lo que vieron en aquella casa. Yo por mi parte, nunca olvidaré la imagen de la víctima sobre la mesa de autopsias. Rapada, semidesnuda, con un gran pañal, y un ojo morado... ¡algo horrible, eso me va a quedar fijo en la cabeza el resto de mi vida! No me parece que esta experiencia sea necesaria para nada, ¡y menos para ser un bueno ciudadano!", explica indignada. El juicio duró una semana y por fin llegó momento del aislamiento total para la deliberación del jurado.
Todos salieron de la sala, y un policía requisó los móviles de cada uno de ellos. "Era un viernes y nos llevaron en bus hasta un hotel en Fuenlabrada. No teníamos derecho a hablar con nadie. Estuvimos dando vueltas y vueltas hasta que llegamos. Era hora punta y todo el mundo salía de trabajar". Relata que el mismo policía que les requisó los teléfonos, les entregó las tarjetas de acceso a las habitaciones: "La estancia no estaba mal; no había televisión y me pareció que habían arrancado los cables del teléfono, para que estuviéramos totalmente incomunicados". Les aconsejaron que para tal fin se llevaran 'una muda' porque la deliberación podía durar hasta 24 horas, como duró.
El menú del jurado
Les acompañaron en grupo hasta la sala del restaurante del hotel donde les sirvieron la cena. "En el menú había como primeros: paella mixta valenciana, entremeses serranos, judías blancas estofadas y ensalada mixta con queso de cabra. De segundos, calamares a la romana con ensalada, escalopines de ternera con salsa de pimienta, fingers de pollo con salsa alioli y patatas, y sanjacobos con patatas, y de postre natillas caseras a la canela, cuajada casera con miel o helado del hotel". Ella recuerda haber cambiado el segundo plato por una manzana.
Al día siguiente comenzó la deliberación en sí misma. Tras esos siete días, el jurado ya actuaba con cierta familiaridad y confianza. "Hicimos grupos de trabajo y nombramos un portavoz", comenta Sonsoles. No obstante la deliberación no fue tal, en su opinión: "El juez entrega un documento, el objeto del veredicto, con una serie de preguntas que se llaman proposiciones. El papel del jurado es buscar en el sumario si tal o tal cuestión está o no probada. De manera que lo que se hace es más bien un trabajo de documentación y nada más. Y entonces explica : 'es como si tú le das un micrófono a un señor por la calle para hacer un programa. Esa persona puede hacer una barbaridad, hacer una tontería o estar muerto de horror de tener que hablar por la radio". Es por ello que recalca: "Me he acordado mucho del juicio de Rocío Wanninkhof, cada vez que se dice que se equivocó el jurado popular, porque condenaron a la persona que no era, a mi se me revuelven las tripas porque aquellas personas tienen eso sobre la conciencia, no pudieron hacer otra cosa, no porque no quisieran'.
A pesar de los pesares, afirma que "la experiencia humana ha sido maravillosa": "Cuando ya acabó todo y entregamos el acta, nos fuimos todos a comer juntos, incluso, hemos hecho un grupo de WhatsApp, que no es muy activo, pero ahí está. Nos hemos citado el año que viene para vernos en las mismas fechas".
Myriam Soto
Redactora de Radio Madrid