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Sociedad | Actualidad

Isabel, la mujer que ha devuelto la prensa escrita a un barrio de Madrid

Ha reabierto uno de los últimos quioscos que quedan en el distrito de Hortaleza, un negocio tradicional que resiste con apenas 300 establecimientos en la capital

Madrid

"El primer día yo pensaba que no iba a vender nada", cuenta Isabel, de 54 años. "Lo abrí a las 7:15h de la mañana y no venía nadie... Yo decía, ¡madre mía! ¡Qué he hecho!", se ríe. Está detrás del pequeño ventanuco de su quiosco, situado en el distrito madrileño de Hortaleza, en la calle Santa Susana. "Luego ya me di cuenta de que el público que tengo es más mayor y no madruga tanto, pero luego, a partir de las 10, eso fue un no parar", confiesa. Ya hace un mes y medio que abrió el pequeño comercio que, a finales de 2023, echaba el cierre y dejaba a los vecinos del barrio, sobre todo a los más mayores, sin su prensa escrita.

La venta la lleva en la sangre. Sus padres tenían una tienda de alimentación y después abrieron también un quiosco. "Yo iba a echarles una mano de pequeña y me acuerdo que los fines de semana había colas de gente", recuerda. Ella admite que "la venta de periódicos de antes no tiene nada que ver con la de ahora" y aunque ha visto cómo han cambiado las cosas, considera que sigue habiendo una necesidad social.

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"Es que no todo es Internet", se queja. "Hay gente que me dice que ya no hace falta nada de esto, y eso desilusiona", continúa. Isabel reconoce que muchas personas se sorprenden de su apuesta cuando la mayoría de quioscos de la ciudad han ido desapareciendo. Hace apenas 20 años había unos 800 en la capital y hoy apenas resisten 300. Pero ella insiste en que el papel no puede desaparecer: "Hay gente mayor para la que ir a comprar el periódico es su momento de diversión, el momento de hablar con alguien, y yo creo que cuando tenga esa edad también necesitaré comprar de la misma forma mis revistas". Por eso, al ver que se quedaba libre y que había demanda, decidió cogerlo.

A pesar de que afirma que está "muy contenta" con la acogida, admite que un trabajo como este también tiene sus desventajas: "El inconveniente principal es el tiempo, porque te pasas aquí todo el día, no hay domingos, no hay sábados... Si tengo un evento familiar yo me llevo mi vestido, hago en el quiosco una sesión de belleza y me voy directamente", confiesa entre risas. "Tengo que admitir que los vecinos me apoyan bastante y me ofrecen incluso sus casas para ir a cambiarme", señala.

Sin embargo, la parte humana lo compensa todo. Los vecinos de Hortaleza se han convertido en parte de la rutina de la quiosquera. "Los veo más que a mi familia y además, es que yo me los como a todos", comenta cariñosa. "Ese primer día recuerdo que, una vez empezaron a llegar, todo fueron bienvenidas, me pidieron que me quedara durante muchos años y me desearon mucha suerte, y la verdad es que desde entonces no me han fallado", termina.

De momento, Isabel va a seguir haciendo lo que mejor sabe, vender, y va a seguir vendiendo lo de toda la vida, la prensa escrita. Lo dice rotundamente: "Mi quiosco es tradicional y se vende lo que se vende, papel".

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