El pequeño pueblo que resistió a la invasión napoleónica
Patones de Arriba fue el único pueblo que las tropas francesas no lograron invadir
Repaso cultural a la zona norte de Madrid con Davel Puente, del fin de semana del 3 al 5 de mayo de 2024
Patones de Arriba
Se nota que estamos de puente en la Comunidad de Madrid y además no es un puente cualquiera, ya que se celebran acontecimientos históricos esenciales para Madrid.
Como casi toda la programación cultural se centra en la ciudad y mucha gente aprovecha el puente para irse de viaje, nos encontramos que muchos de nuestros municipios de la zona norte han preferido no programar muchos eventos y se los guardan para la temporada fuerte que está a punto de empezar.
No obstante, me parece un buen día para contar una historia de un pequeño pueblo madrileño que resistió la invasión de Napoleón. Cuentan los libros de historia que en 1555 un grupo de siete vecinos fundó la alquería de la Hoz de los Patones, hoy conocida como Patones de Arriba.
Perdida como estaba entre campos y montañas, alejada de otros núcleos de población, tampoco es de extrañar que a partir de 1687 apareciese la figura del Rey de Patones, una especie de alcalde o juez de paz que administraba justicia entre los vecinos y que contaba con el beneplácito del Rey de España Carlos III.
El sitio era ya bastante inusual desde sus orígenes, o eso es lo que dice su historia. La leyenda transmitida de generación en generación cuenta que en 1808, en plena invasión napoleónica, Patones de Arriba fue el único pueblo que las tropas francesas no lograron invadir. Y no precisamente por la valentía de sus vecinos.
Su privilegiada situación geográfica, oculta entre el escarpado de la sierra, hizo que pasase desapercibido y que los vecinos continuasen con su vida como si aquí no hubiese pasado nada.
El pueblo está lleno de referencias a este suceso histórico y sin embargo, me temo que probablemente sea falsa, una auténtica fake news histórica. Muchos relatos históricos ponen en entredicho esta leyenda y también los archivos municipales, que dan fe del pago de tributos a los destacamentos franceses que estaban por zona.
A veces, sin embargo, una historia falsa puede dar lugar al interés de los turistas y crear el espíritu de un lugar. Y además tampoco es cuestión renunciar a ella porque probablemente tenga una parte de verdad, ¿quién sabe si los franceses lo descubrieron al final de su invasión y pasó desapercibido hasta entonces?
Lo que está claro es que es un lugar que merece la pena ser visitado por su interés cultural y estético. Vamos, que es una aldea preciosa, de pizarra negra. Levantadas con esta roca, las edificaciones guardan un aspecto muy homogéneo y le dan a la aldea cierto halo de misterio. Una aldea que se visita rápido y que tiene un gran atractivo, tanto para los turistas como para los amantes de las actividades al aire libre.
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