El papel del ego en la comunicación y cómo cultivar un diálogo más equilibrado, consciente y empático

Alcobendas

Todos conocemos a alguien así. Esa persona que, apenas abres la boca para contar algo, ya tiene una anécdota mejor, un problema más grande o una historia más impactante. Todo les pasa a ellos. Todo gira en torno a su mundo. Y, sin darnos cuenta, podemos llegar a ser uno de ellos.

Hablar de uno mismo no es malo. De hecho, es natural: compartir experiencias nos conecta, nos ayuda a expresarnos y a sentirnos validados. Está demostrado incluso que el cerebro libera dopamina cuando hablamos de nosotros mismos. Pero como todo en la vida, la clave está en el equilibrio.

Cuando una conversación se convierte en un monólogo, deja de ser un espacio compartido para transformarse en un escenario. Y en ese escenario, el ego suele ser el protagonista.

¿Cómo podemos dejar el ego fuera de nuestra comunicación?

• Escucha activamente. No solo oigas, escucha de verdad. Haz preguntas, muestra interés, valida la experiencia del otro.
• Haz pausas. No llenes cada silencio con algo sobre ti. A veces, un espacio da lugar a que el otro se abra.
• Comparte, no compitas. Si vas a contar algo tuyo, que sea para conectar, no para eclipsar.
• Sé consciente. Si notas que estás monopolizando la conversación, frena. Da paso. Respira.

La buena comunicación se construye en la generosidad. No se trata de anularse ni de desaparecer del diálogo, sino de recordar que conversar es bailar: a veces lideras, a veces acompañas.

En el espacio de Comunicación de esta semana, con Sarah Baglietto, te invitamos a observar cómo hablas, cuánto espacio ocupas en las charlas cotidianas y qué puedes hacer para que las conversaciones sean más equilibradas, más humanas, más reales.

Porque al final, todos queremos ser escuchados… y también aprender a escuchar.