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Opinión

Las sílabas

Pero, hoy, Eurovisión no sabe a cultura. Hoy Eurovisión sabe a sangre. En vez de intercalar sílabas graciosas en las letras de las canciones, ahora intercalamos balas.

Las sílabas

Barcelona

Igual que Kiko Veneno se juntaba con toda clase de delincuentes, yo me he juntado con toda clase de espectadores de Eurovisión. Cuando era crío, Eurovisión la veían los mayores y la bailaban los niños. El verano de la canción de A-ba-ni-bi, estuvimos bailándola todos los días mis primas y yo. Aquel año, fuimos al pueblo, a Gor, y hacía mucho calor. La tierra estaba seca, las noches eran oscuras y nos daba miedo andar entre las zarzas porque oíamos ruidos misteriosos. Las niñas siempre se aprendían todos los bailes de las canciones de la tele y a mí me daban ganas de sabérmelos también, pero esto solo lo hacía en el pueblo, donde no estaban mis amigos. De estos miedos tendrían que hablarles a los niños y a las niñas en el colegio. El mundo exterior nace de nuestros corazones. En hebreo, “a-ba ni-bi” no significaba nada, más bien era una forma de hablar. Y en España, las niñas y los niños hablábamos de la misma manera; pero, en vez de una “b”, intercalábamos una “p” entre las sílabas. Por ejemplo, decíamos “te-pe quie-pe ro-po a-pa mor-por”, es decir, te quiero amor, que es lo que significa “a-ba ni-bi o-bo e-be”. Años después, comprendí que este juego de niños para hablar divertido es un legado que conservábamos de la cultura sefardí, los judíos españoles de quienes aún llevamos mucho dentro. El historiador Américo Castro sostenía que los españoles somos un cruce de cristianos, moros y judíos. Acabó en el exilio. Y el libro que le abrió las puertas de la Academia a Camilo José Cela se titulaba Judíos, moros y cristianos. Pero, hoy, Eurovisión no sabe a cultura. Hoy Eurovisión sabe a sangre. En vez de intercalar sílabas graciosas en las letras de las canciones, ahora intercalamos balas. Y en vez bailar, mandamos mensajes con el móvil, y a eso lo llamamos votar.