“Acoger a un niño saharaui nos aportan la visión de un mundo que está cerca, pero lo vemos muy lejos”

Colmenar Viejo

Sonia Gómez y Alex Muñoz llevan tres años acogiendo en verano a niños procedentes de los campamentos saharauis de Tindouf. Comenzaron hace quince años y para ello se dirigieron a la asociación de Amigos del Pueblo Saharaui de Colmenar Viejo. En el primer año tuvieron en casa a dos niños, “porque uno de ellos se quedó sin familia y nosotros decidimos que estuviera en casa”, cuenta Sonia. Entonces tenían un hijo de dos años y ella estaba embarazada del segundo. Al año siguiente, la acogida fue una niña. “Uno de los menores del año anterior ya no podía venir porque había cumplido la edad límite, los doce años, y el otro no reunía los requisitos necesarios y no pudo repetir”, explica. Después la pareja hizo una pausa por la crianza de sus hijos y este año han vuelto “a la carga”, acogiendo a otro menor, de los 12 que han llegado, a través de la asociación, a la localidad.

Dicen estar comprometidos con la causa del pueblo saharuai y por eso están felices con su nueva familia por un mes, sus dos hijos de 17 y 14 años y el nuevo integrante familiar. La rutina de la acogida pasa, según cuenta, por hacer a los menores una revisión sanitaria con el pediatra cuando llegan, además de llevarles al oculista y al dentista y asumir la familia cualquier necesidad que surja, desde unas gafas a un empaste, por ejemplo. Después, el tiempo de ocio cada familia lo organiza como prefiere. En el caso de Sonia y Alex ahora viven el verano en una casa junto a la playa, además de otros muchos planes de ocio que todos los veranos preparan para el menor que les acompaña, aunque afirma que hacen “una vida de familia, totalmente normal”.

Un mundo "totalmente distinto al suyo"

Llevar al menor a ver el mar o la nieve han sido experiencias que ambos han vivido con sus anteriores niños de acogida, comprobando su sorpresa y fascinación cuando veían cosas que nunca se imaginaron. Sonia reconoce que ellos también aprenden muchas cosas de unos menores que viven en un mundo totalmente distinto al nuestro y dan valor a cosas que nosotros no apreciamos. “El otro día después de beber agua, tiré un poco de lo que me quedaba en el vaso y el niño me dijo, “no,no”, porque para ellos tirar agua no se concibe”.

Son menores que “no provienen de familia desestructuradas, sino que tienen vínculos muy estrechos y echan mucho de menos a sus padres, hermanos, tíos... Ellos nos aportan otra visón de cómo son otras formas de vida, un mundo que nos pilla muy cerca, pero lo vemos muy lejos”, cuenta Sonia, quien tamibén destaca lo positivo que es la experiencia para sus hijos y anima a todo el mundo a partiricipar del programa ‘Vacaciones en paz’.