La columna de Espido Freire. Los serenos de Madrid: un rostro amigo en mitad de la noche
Los serenos surgieron en España en el siglo XVIII como vigilantes nocturnos. Su labor consistía en abrir portales, acompañar a los vecinos y velar por su seguridad en unas calles con poca luz y mucha incertidumbre
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La columna de Espido Freire. Los serenos de Madrid: un rostro amigo en mitad de la noche
Madrid
La columna de Espido Freire se detiene este domingo en la figura de Manuel Amago, fallecido a los 98 años, último sereno de Madrid en el barrio de Salamanca. Con su muerte se cierra un capítulo de la historia urbana que todavía late en la memoria de muchos.
Una figura del siglo XVIII
Los serenos surgieron en España en el siglo XVIII como vigilantes nocturnos. Su labor consistía en abrir portales, acompañar a los vecinos y velar por su seguridad en unas calles con poca luz y mucha incertidumbre.
El ocaso de un oficio
Su figura comenzó a apagarse en la década de los setenta y desapareció oficialmente en 1986 en Madrid, sustituida por porteros automáticos y nuevos sistemas de seguridad. Con ellos se fueron también los saludos nocturnos, las voces familiares que marcaban las horas y la cercanía de un oficio que daba rostro humano a la seguridad de los barrios.
Un homenaje colectivo
La placa que recuerda hoy a Manuel Amago funciona también como homenaje a todos los serenos: hombres con farol y manojo de llaves que encarnaron la confianza de una ciudad. Y deja una pregunta abierta: ¿qué imagen queda de nuestras calles cuando ya no hay un rostro humano que vele por ellas en la noche?
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