Los Quercus, los gigantes discretos de nuestros bosques

Colmenar Viejo

Robles, encinas, alcornoques y quejigos: bajo el nombre botánico de Quercus, este género de árboles ha acompañado al ser humano durante siglos, ofreciendo no solo materia prima esencial, como madera o carbón, sino también un fuerte componente simbólico de fuerza, longevidad y resistencia.

En la Comunidad de Madrid crecen hasta siete especies distintas de Quercus, adaptadas a distintos microclimas y altitudes. Desde la coscoja, que prospera en zonas cálidas y secas del sureste, hasta el roble albar, que se refugia en las zonas más frescas y pedregosas del norte, estos árboles dibujan un mapa vegetal diverso y profundamente enraizado en el paisaje y la cultura.

Algunas especies, como la encina, han sido protagonistas del paisaje rural y del imaginario literario, como en los versos de Machado. Otras, como el alcornoque, con su gruesa corteza de corcho, ofrecen impresionantes ejemplos de adaptación y resistencia al fuego.

Aunque muchos de sus antiguos usos han quedado en desuso, su papel ecológico es hoy más importante que nunca. Estos árboles no solo sostienen ecosistemas completos, sino que también ayudan a mitigar los efectos del cambio climático gracias a su capacidad de regeneración y su resistencia.

Desde los coscojares del Tajo hasta los robledales de la Sierra, los Quercus nos invitan a mirar con otros ojos nuestros montes: no solo como recursos, sino como testigos vivos de nuestra historia natural y cultural.

Sobre este tema hablamos en nuestro espacio de naturaleza con ANAPRI, acompañados por el biólogo Manuel Molina Bustamante.