México, un desafío literario: “La muerte de Artemio Cruz” de Carlos Fuentes

Alcobendas

En nuestro recorrido literario por el mundo, México se ha convertido en una de las paradas más desafiantes. Primero nos aventuramos con ‘Salvar el fuego’, de Guillermo Arriaga, una novela poderosa, contemporánea, escrita con una energía brutal, pero también con una densidad que nos puso a prueba: saltos de voz, estructura fragmentada, lenguaje exigente. Nos fascinó… aunque, reconozcámoslo, nos costó.

Por eso decidimos volver a los clásicos, pensando que sería un viaje más “sereno”. Así llegamos a ‘La muerte de Artemio Cruz’, de Carlos Fuentes. Y la sorpresa fue que tampoco resultó fácil. México, literariamente, no nos lo ha puesto sencillo: sus libros duelen, remueven y exigen.

Publicada en 1962, ‘La muerte de Artemio Cruz’ es una de las obras fundamentales del Boom latinoamericano. Su autor, Carlos Fuentes, forma parte del panteón literario mexicano junto a Octavio Paz, Juan Rulfo y Elena Garro. Con esta novela, Fuentes quiso retratar el alma del México moderno: la Revolución, el poder, la corrupción, la pérdida de ideales. Todo a través de un personaje que encarna esas contradicciones: Artemio Cruz, un hombre poderoso, rico y cínico, que agoniza mientras repasa su vida. Es, en el fondo, una novela sobre la memoria, la culpa y el precio del éxito.

Ampliar

Cerrar

La historia transcurre en un solo día —el de la agonía de Cruz— y se despliega en un juego narrativo fascinante: tres voces (yo, tú, él) que se entrelazan para reconstruir una existencia marcada por el idealismo juvenil, la traición, la ambición y el arrepentimiento. Vemos a un hombre que fue revolucionario y terminó devorado por el poder; a una generación que soñó con cambiar México y acabó repitiendo los mismos vicios.

Tres momentos resumen su fuerza: la confusión poética del lecho de muerte, donde las voces se mezclan y la conciencia se deshace; el recuerdo del amor perdido con Regina, que marca el tránsito del idealismo al cinismo; y el retrato final de un país corroído por la corrupción y la desigualdad. Artemio Cruz no solo es un personaje: es el espejo de un México que quiso redimirse y terminó vendiendo su alma.

Leída hoy, ‘La muerte de Artemio Cruz’ sigue siendo un espejo incómodo. Habla de poder, dinero y memoria con una vigencia inquietante. No es una lectura sencilla —su estructura fragmentada y su lenguaje exigente piden paciencia—, pero la recompensa es inmensa: comprender al personaje, al país y al ser humano.

En esta “Vuelta al mundo en 90 libros”, México nos ha hecho sudar, sí, pero también nos ha dejado huella. Salvar el fuego nos enfrentó a la violencia del presente; ‘La muerte de Artemio Cruz’, a la descomposición del pasado. Dos miradas intensas, dos maneras de entender un país que nunca deja indiferente.

Carlos Fuentes nos recuerda que las revoluciones también envejecen, y que el poder, cuando pierde su alma, termina devorándolo todo. No es una lectura fácil, pero es de esas que permanecen. Porque, al final, ‘La muerte de Artemio Cruz’ no solo habla de México, sino de todos nosotros. Nos obliga a preguntarnos: ¿en qué momento traicionamos lo que queríamos ser?