La devoción que desafía al Vaticano: santos del pueblo antes de los altares
El caso de José Gregorio Hernández revela cómo la fe popular consagra figuras veneradas décadas antes de su canonización oficial, entre milagros, apariciones y profundas historias de entrega

Alcobendas
En nuestro espacio de Enigmas y Misterios de esta semana, con Álvaro Martín, nos adentramos en un fenómeno tan arraigado como enigmático: la devoción popular hacia figuras consideradas santas mucho antes de que la Iglesia las reconozca oficialmente. Un misterio que atraviesa culturas, épocas y fronteras, y que sigue vivo en el imaginario colectivo.
Uno de los casos más llamativos es el de San Isidro Labrador, patrón de Madrid, cuya fama de santidad movilizaba multitudes incluso cuando su culto estaba prohibido por no haber sido canonizado aún. La fuerza de la fe popular —capaz de sostener y expandir una devoción pese a las restricciones oficiales— deja al descubierto una tensión antigua entre la religiosidad cotidiana y la institucional.
Pero si existe un ejemplo que ilustra de forma contundente este fenómeno es el de José Gregorio Hernández, el médico venezolano cuya figura transita entre la historia, la fe y el misterio. Nacido en 1864 en el pequeño pueblo de Isnotú y apodado “el sabio” desde joven, Hernández demostró un talento extraordinario que lo llevó a Caracas, donde se graduó con honores en medicina. Sus estudios posteriores en Europa lo convirtieron en pionero en su país: introdujo el primer microscopio, el primer aparato de rayos X y fundó cátedras que transformaron la enseñanza médica en la Universidad Central.
Más allá de su brillante trayectoria académica, la población lo recuerda por su humanidad: atendía gratuitamente a quien no podía pagar, vivía en pobreza voluntaria y mantenía una profunda vida espiritual. Su devoción religiosa fue tan intensa que intentó en varias ocasiones ingresar en la vida monástica, aunque finalmente permaneció como laico, fiel a sus votos y a su misión de servicio.
Durante su vida comenzaron a surgir relatos de curaciones inexplicables: una niña desahuciada que recuperó la salud, una mujer ciega que volvió a ver… testimonios que cimentaron su fama de sanador. Tras su muerte en 1919, ocurrida en un accidente de tráfico, esa devoción se disparó, especialmente entre conductores y viajeros que lo invocan como protector de los caminos.
Su canonización, que finalmente llegó en 2024 tras un proceso iniciado en 1949, formalizó ante el Vaticano lo que para millones ya era una certeza: José Gregorio Hernández era, para ellos, un santo desde hacía décadas. Una proclamación que, lejos de generar sorpresa, provocó más bien confusión entre quienes lo veneraban desde siempre.
Historias como esta muestran cómo la fe popular moldea a sus propios santos, independientemente de fechas, expedientes o ceremonias. En José Gregorio Hernández, ciencia, compasión y misterio se entrelazan para dar forma a un símbolo de esperanza profundamente arraigado en Venezuela y en toda Latinoamérica.
Un recordatorio de que, en ocasiones, los santos nacen primero en el corazón del pueblo… y solo después en los altares.

Nacho López Llandres
Desde 2005 presento el tramo local de Hoy por Hoy en la zona norte de Madrid, además de contar noticias...




