Las dos caras de los incendios forestales: entre la tragedia y el equilibrio natural
El fuego, temido cada verano por sus efectos devastadores, es también un proceso natural clave en muchos ecosistemas mediterráneos

Las dos caras de los incendios forestales: entre la tragedia y el equilibrio natural
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Colmenar Viejo
Cada verano, los incendios forestales vuelven a ocupar titulares y a generar una lógica preocupación social. Miles de hectáreas calcinadas, importantes pérdidas económicas, graves impactos ambientales y, en los peores casos, víctimas mortales. El fuego se presenta así como una amenaza que parece fuera de control. Pero una vez superada la emergencia, conviene detenerse y mirar el fenómeno con una perspectiva más amplia.
Porque, aunque cueste asumirlo, el fuego no es un elemento ajeno a la naturaleza. Al contrario: forma parte del funcionamiento natural de muchos ecosistemas desde hace millones de años. En zonas como la cuenca mediterránea, la vegetación ha evolucionado conviviendo con el fuego y ha desarrollado sorprendentes adaptaciones. Algunas plantas aprovechan los espacios abiertos tras un incendio para crecer con más fuerza, y ciertos pinos solo liberan sus semillas cuando el calor de las llamas abre sus piñas.
Lejos de ser únicamente destructivos, los incendios recurrentes y de baja intensidad cumplen funciones ecológicas clave. Ayudan a mantener hábitats abiertos, favorecen la floración de numerosas especies, impulsan la actividad de insectos polinizadores y contribuyen al control natural de plagas. Además, estos fuegos reducen la acumulación de vegetación seca, disminuyendo el riesgo de incendios mucho más intensos y peligrosos.
Entonces, ¿por qué hoy los incendios parecen más devastadores que nunca? La respuesta no está en el fuego en sí, sino en cómo han cambiado los paisajes. El abandono del medio rural, la desaparición de usos tradicionales como el pastoreo, las grandes repoblaciones forestales del siglo XX, la extinción sistemática de cualquier conato y el avance del cambio climático han creado territorios continuos, con mucha biomasa acumulada y altamente vulnerables. El resultado son incendios más grandes, más rápidos y difíciles de controlar.
Ante este escenario, los expertos coinciden: la solución no pasa por prometer la eliminación total del fuego, algo imposible, sino por aprender a convivir con él y gestionar mejor el riesgo. Igual que ocurre con las inundaciones, es necesario planificar el territorio, reducir la exposición de personas y bienes y aplicar una gestión forestal adaptada. Herramientas como el pastoreo extensivo, el uso del fuego prescrito o incluso permitir que algunos incendios ardan en condiciones controladas ayudan a imitar procesos naturales y a prevenir grandes catástrofes.
Los incendios forestales tienen, por tanto, dos caras. Pueden causar daños graves, pero también cumplen un papel esencial en el equilibrio de los ecosistemas. Comprender esta dualidad es clave para avanzar hacia paisajes más diversos, resilientes y mejor preparados frente a un futuro marcado por el cambio climático.
Hablamos de este tema en nuestro espacio de naturaleza de esta semana, acompañados del profesor titular de Ecología de la UAM, Francisco Martín Azcárate.

Nacho López Llandres
Desde 2005 presento el tramo local de Hoy por Hoy en la zona norte de Madrid, además de contar noticias...




