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0-2. Emery, Yeremy y Rulli doblegan al Atlético

MADRID, 21/08/2022.- El delantero del Villarreal Gerard Moreno (i) celebra la victoria ante el Atlético de Madrid, al término del partido de Liga en Primera División disputado este domingo en el Civitas Metropolitano. EFE/Mariscal / Mariscal (EFE)

Dieciséis partidos después, Unai Emery ya tiene su victoria contra el Atlético de Madrid de Simeone, al que durmió, aplacó y finalmente doblegó en el Metropolitano cuando su Villarreal menos intuía la victoria en el segundo tiempo, cuando un despeje horroroso e innecesario de Nahuel Molina, expulsado después en el tiempo añadido, entregó el gol a Yeremy Pino allá por el minuto 73 para sostener el éxito del planteamiento del entrenador visitante con el valor indudable de la victoria (0-2).

Un triunfo sufrido, del que se hizo acreedor en el primer tiempo y no en el segundo, retenido entre el larguero y la parada milagrosa de Gero Rulli primero y sentenciado a última hora con el 0-2 de Gerard Moreno, en una noche aciaga para Nahuel Molina y de frustración para el conjunto rojiblanco, que casi nunca encontró la fórmula de oponerse al partido que quiso jugar el Villarreal desde el principio y que, cuando lo hizo, primero con 0-0 y después con 0-1, chocó contra los reflejos del portero argentino.

El plan de Emery tenía un punto de partida: la salida de balón. Ya lo hizo la Real Sociedad la pasada temporada en el Metropolitano. Lo repitió el equipo amarillo. Rulli era el comienzo de todo. Esperaba, esperaba y esperaba, sin rubor, al borde del minuto a veces, con el balón en su pie, al movimiento hacia adelante de cualquier jugador del Atlético para poner en marcha la transición delimitada del vestuario.

En cuanto saltaba algún futbolista de su rival a la presión hacia el área, se desencadenaba todo lo que había previsto el conjunto castellonense, en superioridad, hacia adelante, con un recorrido rápido hacia el campo contrario. Si no se daban las condiciones, regresaba a su guarida, sin ninguna prisa, sin ningún riesgo, sin ningún decoro hacia el aficionado, más propio de un ajedrez viviente que un partido de fútbol, si se entiende éste por entretenimiento.

¿Fue efectivo? Sí. No hay duda. También fue un sopor, aceptable o no dependiendo de la perspectiva de cada uno. Porque el Villarreal logró durante una hora todo lo que pretendía, que pasase poco o nada en torno a su área y, a la vez, golpear cada vez que lanzó la ofensiva. Y, cuando menos lo creía, venció.

Antes, no se fue al intermedio con ventaja por dos cuestiones esenciales.

Una fue su propia ineficacia en el remate. No se entiende de otra manera el gol que falló Gerard Moreno contra el larguero con todo a favor (luego remachó con la mano el rebote). También perdonó Yeremy Pino, fuera en la primera oportunidad reseñable.

Y otra, más fundamental aún, fue Oblak, que voló para negar el gol a Lo Celso (titular en el equipo visitante), primero, y se multiplicó para repeler, como pudo, un balón que no veía, en un disparo de Capoue, en otra jugada que había provocado de forma definitiva el centrocampista argentino, cuyo desborde, velocidad y talento le dan un plus expresivo al ataque del Villarreal, rompedor cuando toma el balón en tres cuartos de campo.

Entre el debate -o la reflexión- de una manera de trazar el camino hacia el triunfo de indiscutible validez, el Villarreal durmió al Atlético, de nuevo entre el jeroglífico de salir o no, entre la adaptación a tal panorama o la obligación, también el orgullo, de rebelarse contra ello ante su público. Como Joao Félix. Cuando tomó la última decisión, sufrió los embates de su adversario, que, también, se refugió en el repliegue con una línea de seis en defensa (Lo Celso y Pino como laterales). Sólo alguna ráfaga rematada por Morata alteró su guión en una hora de encuentro.

Poco o nada, realmente, para un partido que atravesó tanto tiempo con la inequívoca sensación de que se había jugado, milímetro a milímetro, a lo que quería el Villarreal, pero también con la pregunta incesante de si eso sería suficiente, teniendo enfrente a un equipo como el Atlético. O a jugadores como Joao Félix. El 0-0 era mejor noticia incluso para el conjunto rojiblanco, indemne en el marcador, que para el bloque de Unai Emery.

Hasta entonces, todo estaba bajo control. Después, no tanto. Porque el Atlético cayó menos en la trampa, porque ya no había tanta frescura y porque ya sí hubo margen a lo inesperado.

Reducidas las ataduras tácticas, abiertas las líneas, agrandados los espacios, el contragolpe de Griezmann, que terminó fuera, desató el asalto final por la victoria, que pudo ser para el Atlético (Rulli paró el gol a Cunha) y fue para el Villarreal, cuando menos lo parecía.

El 0-1, en el minuto 73, señala a Nahuel Molina. Su naufragio ya había sido perceptible en un puñado de jugadas, pero fue completo cuando despejó un balón que no iba a ningún lado. Y lo hizo tan mal que, encima habilitó dentro del área, sin oposición, a Yemery Pino hacia el gol. Su derechazo cruzado fue inabordable para Oblak, expuesto ante tales circunstancias, ante el gol de la victoria del Villarreal, imposible sin el larguero que escupió el cabezazo de Cunha y sin la parada milagrosa de Rulli a Carrasco inmediatamente después. Con Molina expulsado, Gerard Moreno sentenció en el 95 con el 0-2.

 
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