La crueldad de la desmemoria
Gayà es la penúltima víctima de la locura colectiva que la ruinosa gestión de Peter Lim ha inoculado entre el valencianismo

Gayà celebra un gol en Mestalla / Valencia CF

Valencia
No han pasado ni cuatro meses. Fue el 19 de octubre de 2022. En el palco de Mestalla, rodeado de su familia, José Luis Gayà rompió a llorar en el acto público de su renovación hasta el 30 de junio de 2027. Movido por la emoción, no reparó a la hora de regalarnos titulares. Ni ocultó sus sentimientos. Habló a corazón abierto. "No hay club más grande para mí que el Valencia", aseguró entre lágrimas. Lo único que, por pudor, no quiso reconocer es que su sueño de alcanzar un día a Fernando, Arias o Albelda en partidos disputados con el murciélago en el pecho seguía intacto.
No han pasado ni cuatro meses. Gayà, como hicieron, hacen y harán otros jugadores de la casa, podía no haber aceptado la oferta de renovación que le planteó el club. Anil Murthy había frivolizado con su traspaso en los audios desvelados por el diario Superdeporte, además de manosear su venta y la de Carlos Soler en aquel lamentable viaje a la Diagonal de Barcelona para conseguir a la desesperada una propuesta de Joan Laporta. Ese trato lamentable por parte de Meriton unido a la ausencia de proyecto deportivo eran razones más que suficientes para decirle que no al equipo de su vida. Todos le hubiéramos entendido. En este mismo escenario en el que estamos, ¿quién no justificaría que José se marchara de un club condenado a pelear por evitar el descenso?
No han pasado ni cuatro meses. El Valencia anunció su renovación con la frase "para toda la vida". Leo tweets de aquellos días. Tres, elegidos al azar. Grande Capi, tú sí que eres de los nuestros. Gayà se merece lona en Mestalla. Eterno Gayà, tú eres el Valencia. Los aficionados del club entendieron el mensaje de pertenencia que enviaba un chaval de 27 años que ha pasado más de media vida en Paterna. Creciendo, educándose, soñando con llegar al primer equipo.
No han pasado ni cuatro meses. La situación es tremendamente compleja, ingobernable, muy dura para alguien que siente el hierro, valencianista de cuna. No siempre es sencillo dar la cara teniendo que medir cada palabra. Gayà no lleva diez años en la capitanía. Nunca ha vivido un momento tan difícil como el que nos preocupa. No tiene el cuajo de Albelda, tampoco el carácter. Ni, sobre todo, los mismos compañeros de viaje. Y seguramente, como usted y como yo, cometa errores. Pero... ¡es Gayà! Nuestro Gayà. El chaval que dormía en Pedreguer entre sábanas del Valencia. El chaval que rompió a llorar en La Cartuja viendo cómo se le escapaba la posibilidad de ganar la Copa en aquella tanda de penaltis contra el Betis. Aquella noche quería demostrar que, siendo él capitán, el equipo también podía ser campeón. Que el Valencia, a pesar de los pesares, seguía siendo muy grande.
No han pasado ni cuatro meses. El Valencia está en zona de descenso y todos estamos preocupados, afectados, asustados. Peter Lim no ha traído un solo refuerzo en el mercado de enero y el club corre serio riesgo de descenso a Segunda. El sábado, al finalizar el partido contra el Athletic, Gayà vio y escuchó como algunos aficionados, en una zona muy concreta del estadio, les insultaban a él y a sus compañeros. Por prudencia, y siguiendo indicaciones de terceros, mandó a los jugadores para el vestuario tratando de evitar males mayores. Ese ha sido su gran pecado. Decirle a Diakhaby que el personal "no estaba" para saludos. Ya hemos explicado hoy que fue la Policía -reconocido esto a la Cadena SER por fuentes policiales oficiales- quien decidió que el autobús del primer equipo no entrara por la Avenida de Suecia. Gayà, que yo sepa, no conduce el autocar del Valencia.
En esta guerra a la que nos han llevado Amadeo Salvo, Aurelio Martínez y Peter Lim tiene que haber excepciones. No podemos ni debemos manosear ni ensuciar a símbolos como Arias o Gayà. Eso es digno de alguien indecente como Anil Murthy. Pero no de nosotros. Tampoco es inteligente atacar al primero que tiene que tirar del carro estos cuatro meses. Claro que no es todo Mestalla, solo faltaba. Sé que se trata de una minoría. Un número muy reducido en comparación con la masa social del club. Pero es que una minoría atacando a Gayà es mucho. No debería haber uno solo. Arias o Gayà son nuestros. De todos. Y debemos cuidarles.
No han pasado ni cuatro meses.

Fran Guaita
Licenciado en periodismo por la Universidad Cardenal Herrera CEU. Trabaja en Radio Valencia desde 2013....




