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El Veles e Vents es "el gran icono de la arquitectura moderna de València", obra de Chipperfiel, el arquitecto galardonado con el Premio Pritzker 2023

"Es un regalo trabajar en el Veles e Vents", así lo asegura Javier Andrés Salvador, empresario que gestiona el edificio

Entrevista a Javier Andrés, empresario que gestiona el edificio Veles e Vents de València, tras la elección de su arquitecto David Chipperfield como Premio Pritzker, considerado el Nobel de la arquitectura

València

El Veles e Vents es "el gran icono de la arquitectura moderna de València". Así lo asegura Javier Andrés Salvador, empresario que gestiona el edificio diseñado por David Chipperfield, recientemente elegido como Premio Pritzker, considerado como el Nobel de la arquitectura.

Asegura que el Veles e Vents destaca por su elegancia y su respeto por el entorno. "Desde fuera sorprende visualmente, pero dentro se entiende la inteligencia y racionalidad que supo transmitir el arquitecto en su obra y como supo cuidar el paisaje, sin competir con él, integrándolo", explica el empresario.

Javier Andrés Salvador cree que "cada día es un regalo trabajar en el Veles e Vents", aunque reconoce que "ha habido que aprender a sacarle partido". Y es que "es como estar en un barco navegando, está situado en un entorno muy agresivo, con mucho salitre y humedad. Se trata de un edificio cuya conservación requiere de mucho esfuerzo", sentencia.

Faro arquitectónico

El puerto de València luce desde hace ya diecisiete años un gran faro arquitectónico que, desde la marina que se regeneró entonces para acoger grandes acontecimientos y hacer que se mirara de cara por fin a su Mediterráneo, se apropió de versos medievales para ser el timón ante el nuevo rumbo de la ciudad.

La culpa la tuvo el arquitecto londinense David Chipperfield, que este martes ha logrado el prestigioso Premio Pritzker 2023: él es el autor junto a Fermín Vázquez del "Veles e Vents" -bautizado así en honor al poema homónimo del poeta valenciano del siglo XV Ausiàs March-, el enorme edificio de hormigón blanco de 11.000 metros cuadrados que se alza en la Marina de València desde 2006.

Con cuatro plantas y sus terrazas flotantes blancas, de diferentes dimensiones y vuelos, el edificio se erige como enorme puesto de mando marítimo pero también como orgulloso hito arquitectónico, destino turístico, objetivo de millones de fotos y protagonista de anuncios y contenidos de redes sociales, sede gastronómica, sala de conciertos y salón de actos privados y empresariales.

El edificio se presentó en sus inicios como un mirador de lujo en la confluencia del canal y la dársena histórica de València para albergar invitados, patrocinadores y espectadores de la trigésima segunda edición de la Copa del América de vela (2007), la prestigiosa y decana competición náutica que, al margen del terreno deportivo, modificó la fachada marítima de la capital valenciana y bautizó una nueva relación de la ciudad con su playa y su puerto.

Fue inaugurado de forma provisional el 11 de mayo de 2006, para la celebración de las prerregatas de ese año. Su innovador diseño, en el que sus creadores quisieron combinar el minimalismo para su uso flexible con la monumentalidad, le valió ese año el reconocimiento del prestigioso premio europeo de arquitectura LEAF Award.

Además de las competiciones de vela (en 2010 se celebró una descafeinada trigésima tercera Copa del América), el Veles e Vents fue icono de la fachada marítima durante los grandes premios de automovilismo de Fórmula 1 que se disputaron entre 2008 y 2012 en València, parte de cuyo circuito urbano discurría, precisamente, por el puerto y la dársena.

El autor ante su obra

En abril de 2007, David Chipperfield aseguró en València que el concepto con el que fue creado, para que el público pudiera sentir que está dentro de una zona exclusiva, había superado sus expectativas y reveló que la principal preocupación en el diseño del Veles e Vents fue "cómo hacer que un edificio VIP pudiera ser sentido como suyo por los valencianos".

"La idea de que pareciera un "sandwich" con plataformas horizontales hizo que la primera planta pudiera ser pública, en vez de la planta baja, y así la gente que entrara a esa zona de terrazas sentiría que está dentro del edificio exclusivo y forma parte de él. Eso era importante para Valencia", explicó entonces.

"Me gustaría poder decir que lo hicimos a propósito, pero el sentido público del edificio supera las expectativas", agregó el arquitecto londinense, que explicó que los techos alargados en esa zona pública "dan más sensación de estar dentro del edificio, aunque realmente se esté fuera".

"Parece mentira que hace dieciocho meses aquí no hubiera nada. Se ha formulado de la nada y ha sido muy rápido, así que tiene que madurar", comentó para destacar la importancia de que València tuviera "la sensación de que la zona donde está el edificio sea una extensión de la ciudad".

El día después del glamour

Sin embargo, el edificio no se libró de las críticas y la polémica, sobre todo por sus acabados, los elevados costes de su mantenimiento y los múltiples "retoques" a los que ha sido sometido desde su inauguración.

Tras la inauguración provisional fue cerrado para rematar su ejecución y abierto de forma definitiva a comienzos de 2007, con una rampa de acceso desde la zona de palmeras y con un restaurante, una cafetería y tiendas en la planta baja y la zona pública.

Después fue entregado formalmente al Consorcio Valencia 2007, organizador de la competición de vela, y a lo largo de estos años ha albergado multitud de citas empresariales y familiares, sobre todo en su tercera planta.

Y para que fuera un espacio polivalente abierto todo el año combinando usos culturales y gastronómicos, el Consorcio sacó a licitación en 2015 su gestión y explotación para siete años, con prórroga para tres años y medio más y un precio de arrendamiento mensual de 30.000 euros. En la actualidad está gestionado por el Grupo de restauración La Sucursal.