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El editorial de los lunes: 'Schadenfreude'

El sufrimiento que une a todo un grupo de personas, cada una de su padre y de su madre, es lo que, en realidad, hace del deporte una religión de masas

El editorial de los lunes: 'Schadenfreude'

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Benidorm

Schadenfreude es un término alemán usado en la psicología clínica para definir algo así como el placer por el sufrimiento. Un rincón oscuro de la existencia humana de la que trató de encargarse el psicoanálisis, de ahí su bautizo en alemán, y en el que escarbó años más tarde Susan Fiske en un ingenioso experimento realizado en la Universidad de Princeton que se saldó con un resultado muy llamativo: a veces, la gente esbozaba una microsonrisa cuando observaba la desgracia ajena, aun cuando quisiesen ocultar su regocijo. Al mismo tiempo, se activaba el Estriado Ventral, una región de circuitos cerebrales ancestrales que codifican el placer. Es decir, que en muchos casos el sufrimiento ajeno produce un placer visceral, directo, no racionalizado ni mediado por las palabras.

Con el TM Benidorm salvado virtualmente tras su contundente victoria ante el Bada Huesca del pasado sábado, los aficionados al deporte de la comarca de la Marina Baixa sólo podrán medir su propio nivel de Schadenfreude viendo los dos partidos que restan para el final de la competición en la Primera Federación de fútbol y en los que La Nucía podría certificar su salvación o el descenso de categoría.

Pase lo que pase, va a tocar sufrir, algo que, por otra parte, es inherente al deporte. Hay disciplinas, incluso, en las que el sufrimiento propio o ajeno, dependiendo de su lo vemos como practicantes o como meros espectadores, supone el ‘core’ del asunto.

Ahí tenemos, por ejemplo, el ciclismo, quitaesencia del esfuerzo agonístico cuyos practicantes disfrutan al máximo cuando el ácido láctico hace que cada poro de las piernas duela y cuyos aficionados gozamos hasta el extremo cuando más desencajadas están las caritas de los pobles ciclistas.

Ese, el físico, es uno de los sufrimientos posibles en el deporte. Luego está, claro, el emocional, que, a su vez, puede ser individual o colectivo. El primero es personal e intransferible. Lo lleva cada deportista o aficionado con más o menos dignidad. El segundo, el que une a todo un grupo de personas, cada una de su padre y de su madre, es lo que, en realidad, hace del deporte una religión de masas.

El deporte es, de eso no me cabe duda, el ejemplo perfecto del Schadenfreude, del placer por el sufrimiento porque, no nos engañemos, incluso a aquellos equipos o atletas a los que las cosas les han ido muy bien, llegan a estas alturas de la temporada sufriendo porque ven cerca, pero todavía no amarrado, el objetivo por el que han peleado durante tanto tiempo. Y eso, la posibilidad de perder a última hora la golosina tan perseguida, también hace sufrir.

De igual manera que hace sufrir, como lo están comprobando y lo van a comprobar los aficionados de La Nucía, estar constantemente al borde mismo del abismo.

Los rojillos han caído a puestos de descenso esta semana y tienen ahora dos auténticas finales por delante. Dos finales en las que ya no hay margen de error porque, como ya dejaron dicho los primeros suecos que ganaron Eurovisión en 1974, el ganador se lo lleva todo.

 
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