Historia | Ocio y cultura

La Feria de Julio de València

En 'La València Olvidada', Pérez Puche nos habla de la primera Feria de Julio que se celebró en València en 1871

La València Olvidada (20/07/2023)

La València Olvidada (20/07/2023)

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València

Este jueves nos damos cita en la plaza de toros de València, donde acuden no pocas personas para recoger o comprar las entradas de las próximas corridas de la Feria (taurina) de Julio, que es la que dio origen al conjunto de festejos que llamamos Feria de Julio o Gran Fira, por abreviar.

Y es que los toros son la causa de que haya Feria. La Feria se inventó en 1871 para completar la tanda de festejos taurinos que el propietario de la plaza de toros y del hospital, o sea la Diputación Provincial, organizaba con motivo de la fiesta de San Jaime, de Santiago, el patrón de España.

Pero lo que ocurría es que los toros se terminaban el día 25 de julio y la ciudad se quedaba solitaria y aburrida. Primero porque los forasteros que venían a las corridas y animaban el comercio y los restaurantes, ya no venían. Y segundo porque las familias, en su gran mayoría, se iban a veranear. Unos se iban a sus fincas en el campo; otros a los chalés de Bétera, Godella o Rocafort; y otros, en fin, a las casas y habitaciones que alquilaban en el Grao, en el Cabanyal.

Retrasar el éxodo vacacional

Se trataba, pues, de ampliar y prolongar los alicientes de la ciudad durante varias jornadas. Y también de darle atractivo para quienes no fueran a los toros. Según el expediente municipal que lo acordó, se trataba de "una feria anual y exposición de productos y ganados que debería celebrarse en los últimos días de julio, época en que terminada la recolección de las principales cosechas y en las que se celebran las corridas de toros, se considera la más apropiada para atraer concurrencia".

Y esa es la moción que tres concejales presentaron en diciembre de 1870 al alcalde Vicente Urgellés. Fueron Pedro Vidal, comerciante; José Saura, médico de barrio; y Enrique Ortiz, que era lo que hoy llamaríamos un animador social, un hombre nacido para organizar fiestas. Como Mariano Aser, el primer teniente de alcalde, que tomó la batuta de la organización y logró la colaboración del comercio, la hostelería y los periódicos.

¿Dónde se celebró la primera Feria?

Desde el primer momento se decidió que el mejor lugar para ubicar la Feria era la Alameda. Porque es allí donde, después de los toros, iban los valencianos, con sus coches de caballos, vestidos todos elegantemente, ellas con mantilla y peineta, a ver y dejarse ver.

Aquello era un espectáculo maravilloso donde se reunían más de un centenar de coches de caballos, decorados con flores y bien enjaezados. La gente de posibles iba a desfilar, a saludarse, y el pueblo iba a verlos pasar. De modo que la Alameda, donde ya se daba aquel espectáculo, era el lugar ideal para instalar casetas, o mejor pabellones elegantes, donde se pudiera bailar, oír música, tomar un refresco y pasar las agobiantes noches valencianas.

La primera Feria se estableció para los días 21 al 26 de julio de 1871, pero se prorrogó hasta el 30 porque durante un par de tardes hubo tormentas de verano y fue preciso aplazar los fuegos artificiales que pagaban el comercio y el Ayuntamiento. La Feria se inauguró al atardecer del día 20, tal día como hoy, con una cabalgata que recorrió las calles del centro, cruzó el Túria y terminó en la Alameda. Un gentío enorme acompañó el desfile de las carrozas y esperó la inauguración.

¿Cuáles fueron los alicientes?

Por lo que sabemos, fue un maravilloso espectáculo. Los grabados que aparecieron en las revistas ilustradas muestran, sobre todo, los tres pabellones centrales, el del Ayuntamiento, el de la Diputación y el de Gobierno Civil, cuajados de cortinajes y espejos, y sobre todo de luces. Porque las luces, la luz de gas, fue el gran aliciente de esa primera Feria, lo que dejó asombrados a los valencianos. Porque, sí. El alumbrado de gas estaba implantado en teatros y cafés, en edificios oficiales y en algunas tiendas. Y nunca se había visto así, concentrado de forma masiva. El pabellón del Circulo Valenciana, por ejemplo, tenía 400 luces de gas y eso causaba asombro y una sensación de modernidad y progreso nunca antes sentida en València.

Ese fue el mejor regalo que se le hizo a la Feria. Y lo hizo el marqués de Campo, propietario de la fábrica de gas Lebón en Valencia. Le pidieron que pusiera un arco de triunfo con luces de gas, y los técnicos empezaron a decir que eso era muy complicado y que no iba a ser posible el tendido subterráneo de los tubos de gas desde la fábrica, que estaba en Grabador Esteve, al principio de la calle de Colón, hasta la Alameda. Pero don José Campo se mostró tal y como le gustaba ser.

“La palabra imposible está borrada de mi diccionario”, dicen que dijo. Y se puso a dar órdenes tajantes hasta que las brigadas empezaron a abrir zanjas, Y el gas llegó a la Feria, a todos los pabellones y a dos arcos de triunfo, uno en cada extremo. Para uno de ellos, además, trajo desde Londres una serie de combinaciones de colores la mar de elegantes que dejaban a la gente con la boca abierta.

Por lo demás, junto con los pabellones oficiales o más elegantes, también los hubo más populares, de casinos o círculos recreativos. También hubo teatros, donde se daba “can-can” junto con obras valencianas, tómbolas y casetas de feria. Del mismo modo, hubo, como estaba previsto, exhibición y venta de ganado en el cauce del Turia, y exposición de plantas y flores en los Viveros.

La Batalla de Flores

La Batalla de Flores es de veinte años después, del año 1891. La Feria de Julio, en sus primeros años, pasó por muchos altibajos: para empezar, no hubo feria ni en 1873 ni en 1874 por la sublevación cantonal de València y todos los sucesos que vinieron después, incluido un tremendo bombardeo. Además, en 1884 y 1885, el cólera dejó vacía la ciudad y ni se les ocurrió hacer una Feria…

Tuvo que ser en 1891, el año en que se inauguró el monumento a Jaime I, cuando se hizo una gran cabalgata histórica y se le añadió a la Feria de Julio, como cierre, algo que estaba teniendo entonces mucho éxito en la Costa Azul, que era una batalla con ramilletes de flores; un espectáculo que aquí cuajó enseguida hasta convertirse en el eje de la Feria.

La Feria de Julio viene acompañando a los valencianos en tres siglos diferentes y da para muchos programas como este. Hoy hemos hablado sólo de su nacimiento. Pero ¿quién no recuerda aquel pabellón de las tres cúpulas que se montaba en la Alameda? Otra semana, si os parece, podemos hablar de él…

TEXTO: PACO PÉREZ PUCHE

 
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