La pesada losa del Hércules

Alicante

Los clubes de fútbol en nuestro país me parecen empresas bastante curiosas. Son propiedad de un grupo de accionistas o de un accionista que se juega su patrimonio. Pero, a la vez, son patrimonio sentimental de sus más o menos aficionados.

Que tengan éxito pasa por la buena gestión, porque la pelota entre en la portería y porque haya una comunión emocional con los espectadores. Y, a la vez, el propietario engrandece el valor económico de su club si son muchos los aficionados que cada domingo van al campo, lo cual no siempre tiene que ver con la categoría en la que se encuentre. El Deportivo de La Coruña es una prueba de ello.

Desde una cierta distancia personal, me parece indudable que la afición real del Hércules es mucho mayor que la que todos los años se saca su abono anual. Hay una parte latente o, incluso, vergonzante. Y es que para muchos alicantinos lo más importante no es que este en el penúltimo piso del infierno deportivo, es que lo está en cuanto a ejemplaridad.

Y al margen de lo que pase en el juicio del caso Abde y pese a decisiones en el buen camino, como el acuerdo para que todos los niños menores de 12 años vinculados a la fiesta puedan ir gratis a ver los partidos, va a costar mucho levantar esa losa.

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