Pagar al pato (en diferido)
Javier Llopis, periodista, editor de Tipografía La Moderna

La Columna Javier Llopis (20/10/2023) "Pagar al pato (en diferido)"
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Alcoy
Negociaciones cada año para determinar las fechas de las Fiestas de Alcoy. Peticiones a la Generalitat para que nos ceda un festivo autonómico con tal de que el día de San Jorge no sea laborable. Tensiones variadas en cada ejercicio con tal de ajustar el programa festero a las necesidades de los miles de alcoyanos que viven fuera de su ciudad y que tienen todo el derecho del mundo a participar en los festejos de su pueblo. Estos son algunos de los frutos más amargos de lo que se denominó la Guerra del Calendario; un fuerte conflicto social que se desató a finales del siglo XX y cuyos efectos todavía se dejan notar sobre la vida alcoyana.
Para los más jóvenes, hay que señalar que la Guerra del Calendario fue una potente movilización ciudadana que se produjo en 1997 contra la propuesta municipal de colocar las Fiestas siempre en fin de semana, abandonando las fechas tradicionales de la Trilogía. Los promotores de aquella campaña fueron los sectores más integristas de la Asociación de San Jorge, críticos con cualquier cambio y siempre reticentes a aceptar que la máxima entidad festera está a las órdenes del Ayuntamiento, la institución democrática que representa a todos los ciudadanos. Se sumaron a la oleada crítica numerosos alcoyanos que encontraron en este lío un eficaz instrumento para atacar al alcalde Sanus, que ya llevaba casi 20 años en el poder y que ya empezaba a mostrar graves síntomas de desgaste. El bando sublevado se completaba con un PP, que actuó de silencioso muñidor de la operación, potenciando bajo mano un enfrentamiento que dejaría tocadísima a la corporación socialista.
El resultado de aquel terremoto fue una manifestación multitudinaria, una victoria total del conservadurismo festero y unos gobiernos municipales aterrorizados durante años por cualquier decisión que tuviera que ver con la Fiesta.
Bien entrado el siglo XXI los alcoyanos todavía seguimos pagando en diferido el pato de la Guerra del Calendario. Queda demostrado que este tipo de hazañas bélicas siempre se sabe cuándo empiezan, pero nunca cuándo acaban. Ratificándose la peligrosidad de este tipo de virulentos conflictos sociales, cuyos efectos pueden prolongarse durante décadas sin que nadie pueda controlarlos.
Alguien tiró una piedra a las tranquilas aguas del lago festero y 26 años después todavía siguen produciéndose ondas.




