El engorro de la Zona de Bajas Emisiones
La Columna de Carlos Arcaya: «El engorro de la Zona de Bajas Emisiones»
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Alicante
En general, da la impresión -y no solo me refiero al alcalde Barcala- de que la aplicación de la Zona de Bajas Emisiones es un engorro tremendo, pese a que debería ser una gran oportunidad de transformación urbana.
Estas limitaciones están pensadas para reducir los gases de efecto invernadero en los trayectos de corto recorrido y, por tanto, para luchar contra el cambio climático; para mejorar la calidad del aire y la salud de los ciudadanos; para cambiar las formas de movilidad; y también para transformar las ciudades.
Por tanto, es sobre todo una oportunidad de cambio, contando con la participación ciudadana, para hacer las ciudades mucho más habitables y más adaptadas a las profundas transformaciones con las que viene este siglo.
Decía este miércoles el primer edil alicantino que no se va a prohibir o restringir a los vehículos más contaminantes, como hace València, pero convendría que matizara la decisión y que la hiciera depender de la calidad del aire que respiramos, porque está demostrado que los malos humos, sobre todo cuando superan determinados umbrales, están relacionados con miles de muertes al año.