Horno de cal y lugar de Memoria Democrática
En La València Olvidada Pepa Pascual nos habla de los restos de este horno que fue escenario de desgraciados acontecimientos
En La València Olvidada Pepa Pascual nos habla de los restos del horno de cal del barrio de la Cruz Cubierta
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València
En el barrio de la Cruz Cubierta hablamos de una profesión que hoy en día muy poca gente conoce, pero que tuvo gran importancia a lo largo de la historia para la construcción de edificios, murallas, aljibes y otras muchas construcciones. Se trata de los “calciners” que eran los encargados de realizar el proceso de la elaboración de la cal. Y nos referimos a ello porque hablamos hoy de la producción de la cal y relacionado con ello visitamos los restos de un muro de forma semicircular, en bastante mal estado de conservación, y en un entorno poco adecuado y bastante degradado, pero que se corresponde con el único horno de cal tradicional que se conserva en Valencia, concretamente al final de la calle de San Vicente en su cruce con la calle Camino Rambleta.
En primer lugar, para quienes no lo sepan, el procedimiento para obtener la cal de manera tradicional se ha mantenido a lo largo de los siglos y así, ya en época romana, Catón el Viejo en su obra De agri cultura detalla cómo debe construirse un horno de cal. Normalmente se excava un hoyo en el terreno que formará la cámara de combustión donde se deja una entrada en arco para ir metiendo la vegetación que hace de combustible (tienen que ser plantas que quemen fácilmente y produzcan poca ceniza y no ramas ni troncos de árboles), después se levanta un muro de mampostería grueso que formará las paredes del horno que se recubre con arcilla cuando se va a hacer cada cocción para mantener mejor el calor.
La materia prima para obtener la cal es la piedra calcárea que se va depositando troceada dentro del horno formando capas o tongadas que cada vez se van estrechando más hasta llegar a construir una cúpula cerrada. A partir de este momento comienza la cocción para obtener la cal viva. Para ello se debe llegar a alcanzar una temperatura entre los 900 y 1000 grados y el tiempo de cocción dura varios días, llegando incluso hasta 1 semana, donde se tiene que mantener el fuego siempre vivo día y noche, por lo que se tenían que hacer turnos para alimentar el horno. Después se tapaba la boca del mismo y se dejaba que se fuera enfriando poco a poco durante varios días más. Finalmente, cuando se consideraba que la cal estaba en su estado óptimo, se derrumbaba la bóveda, se destapaba la boca y se empezaban a extraer las piedras quemadas empezando por la parte superior del horno.
Desde 1929 hasta finales de los 70
El horno en el que estamos fue construido en 1929 por el maestro de obras José Peris Martínez, a petición de José Taroncher Rodrigo, según consta en el expediente de permiso de construcción conservado en el archivo municipal.
Normalmente estos hornos se construían en lugares aislados, lejos de los núcleos residenciales por las molestias que causaba el humo que desprendían. En el expediente de construcción hay un dibujo donde se ve la forma y dimensiones que tenía este horno: el diámetro es de unos 5 metros y una altura total también de 5 metros, con una abertura que actuaba de chimenea y dos contrafuertes a ambos lados de la puerta de acceso (que se pueden observar hoy en día).
El horno estuvo en uso hasta finales de los años 70 del siglo XX cuando se ordenó el cierre por el Ayuntamiento debido a la peligrosidad e insalubridad de la actividad ya que en la zona se había ido poblando de edificios residenciales.
Lugar de fusilamiento
Durante la Guerra Civil el horno de cal y sus alrededores fue escenario de desgraciados acontecimientos. Cuando estalló la sublevación, un grupo incontrolado de republicanos emplearon la violencia y volaron la cruz cubierta de San Vicente cuyas piedras sirvieron para la construcción de un paredón que fue utilizado por los dos bandos para el fusilamiento de muchas personas.
El investigador José Navarro, a partir de testimonios orales de los vecinos del barrio, sitúa este paredón junto al horno donde hoy nos encontramos, y algunos de ellos todavía rememoran los horrores que vivieron de niños cuando oían los sollozos y las súplicas de las víctimas que iban a ser ejecutadas por la noche, y contaban que el servicio gratuito de recogida de cadáveres para personas sin recursos que era conocido como “La Pepa” pasaba por el horno de cal porque sabía que cada día encontraría cuerpos para recoger.
De hecho, el horno de cal ha sido reclamado por diferentes asociaciones patrimonialistas y otras vinculadas a la memoria democrática para que se recupere y pueda convertirse en un memorial que sirva de recuerdo a las víctimas de la guerra civil, independientemente de su ideología política.
Por el momento el Ayuntamiento de Valencia ha declarado Bien de Relevancia Local el horno de cal y en el futuro quedará integrado en un espacio ajardinado dentro del corredor verde que unirá los barrios del sur con el centro de la ciudad, el futuro bulevar García Lorca.
TEXTO: PEPA PASCUAL