La historia de Zakarya y Mamadou, dos migrantes procedentes de Canarias instalados en València: "No hay miedo a la muerte cuanto la vida que dejas atrás era fuego"
En A Vivir CV conocemos la historia de dos jóvenes de Marruecos y Guinea que llegaron a Canarias en patera y ahora viven su libertad en València
En A Vivir CV conocemos la historia de dos jóvenes de Marruecos y Guinea que llegaron a Canarias en patera y ahora viven su libertad en València
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València
En los informativos se lo contamos: llega una embarcación con tantas personas a bordo a las costas de Alicante, de Algeciras, de Canarias. Quienes buscan una vida mejor o huyen de sus países por el peligro que corren se lo juegan todo en el mar, en un viaje que demasiadas veces acaba en tragedia.
Este año 2023 se está produciendo un aumento de llegadas; superaban las 50.000 a principios de diciembre, un escenario, explicaba el ministro del Interior, empujado por la subida de la ruta Atlántica hacias las Islas Canarias. Eso sí, en términos absolutos estamos, matizaba, en una situación inferior a 2018 cuando hasta las mismas fechas habían llegado a nuestras costas en esas embarcaciones precarias más de 53.000 migrantes.
Sea como sea, las Islas Canarias no pueden hacer frente ni atender adecuadamente a estas personas en sus centros de acogida así que muchos de ellos, de ellas, son trasladados a otros puntos de la península, como por ejemplo a la Comunitat Valenciana.
Así llegaron a València Zakarya El Bidani y Mamadou, el primero procedente de Marruecos, el segundo, de Guinea. quienes nos han contado su historia en A Vivir CV.
Cinco días a la deriva en una patera con otras 50 personas
Zakarya El Bidani nació en Marruecos, hijo de una familia muy religiosa y licenciado en filosofía y física, su activismo por los derechos LGTBI, su ideología de izquierda y su ateísmo ponían en riesgo su vida.
Su entorno le dio de lado, su pueblo, también su familia. Cuenta, de hecho, que su padre estaba vinculado a grupos islamistas y que, por tanto, sólo le quedaba huir.
Hizo ese camino en 2020, tras pagar casi 3.000 euros para viajar en una patera junto con otras 50 personas. Una travesía que duró cinco días y los dos últimos, explica, se quedaron sin comida, bebida ni combustible para llegar a la costa. En muchos momentos, dice, pensaron que acabarían siendo "comida para peces", sin embargo, fueron rescatados y trasladados a Canarias.
La vida de antes era fuego, no importa la muerte
Mamadou (prefiere no dar su apellido) nació en un pequeño municipio de Guinea, hijo de una persona muy influyente en su comunidad. Sin embargo, graves problemas familiares y la necesidad de huir buscando libertad le llevaron a emprender primero un viaje a Marruecos y desde allí jugarse la vida en una patera hasta llegar hasta las costas Canarias.
Sin embargo, y pese al peligro, pese al riesgo, cuenta que no hay miedo a la muerte cuanto la vida que dejas atrás era "fuego". Por eso, y aunque antes de subirse a esa patera sabía de muchos otros que lo habían intentado y se habían quedado en el camino, cuando pudo embarcar no se lo pensó dos veces.
Recuerda, cuenta, lo que le dijo su psicóloga en Tenerife: "Mamadou, hay mucha más vida de la que tu conoces". Explica que llegó a España con una mochila cargada a la espalda que pesaba toneladas y ahora poco a poco va pesando menos.
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La libertad, en València
Como muchas otras de las personas migrantes que llegan a Canarias, estos dos jóvenes fueron trasladados a la península, concretamente a València.
Aquí, nos cuentan, han conseguido trabajo, vivienda y un proyecto de futuro. Mamadou trabaja en un huerto en Paterna y por las tardes está estudiante para obtener el graduado escolar. Su sueño es poder ser autónomo y vivir de la agricultura.
Por su parte, Zakarya trabaja en la construcción y ahora trabaja como encargado. Eso sí, se plantea intentar convalidar sus estudios de filosofía y física y poder ejercer alguna profesión relacionada con su formación. Mientras tanto, se muestra satisfecho con su ascenso laboral y presume de tener una vivienda y haber podido comprar un pequeño terreno para trabajar su propio huerto.
Racismo
Sin embargo, todo lo conseguido y sus ambiciones no consiguen para el racismo que sufren a diario. Cuando viajan en transporte público, cuando les para la policía sin ningún motivo, cuando notan el desprecio del resto de personas por su color de piel o sus facciones. Esa es la realidad que también se han encontrado en una sociedad que no les acaba de acoger del todo.
Ambos, eso sí, se muestran optimistas ante el futuro y están comprometidos con la sociedad que les rodes y con quienes están en una situación similar. De hechos, tanto Zakarya como Mamadou son voluntarios en CEAR donde ayudan a quienes acaban de llegar y sienten el mismo desamparo que experimentaron ellos hacen tan sólo un par de años.
Jèssica Crespo
Editora de Hoy por Hoy Valencia y redactora Radio Valencia Cadena SER. Anteriormente directora de de...