Los últimos videoclubes

València

El actual es un mundo muy distinto al que vio nacer a los videoclubes, que vivieron su auge en la década de los años noventa. La llegada de la TDT, la televisión digital de pago, la piratería y especialmente la irrupción de las plataformas de vídeo bajo demanda -como Netflix, HBO o Filmin-, significaron el principio del fin de un negocio del que cada vez quedan menos supervivientes.

Es lo que ha ocurrido con Ángel Varea, que el pasado 31 de diciembre cerró, con motivo de su jubilación, el último videoclub que permanecía abierto en la localidad valenciana de Torrent, 'Siete días II'.

La historia de la llegada del videoclub a España

Este lunes, mientras recoge sus expositores, ha conversado con Jèssica Crespo y Arturo Blay sobre las cuatro décadas de existencia de un local que ha ido adaptando su oferta a los tiempos: primero con el VHS, luego con el DVD y más tarde con complementos que, en el largo plazo, resultaron de vital importancia. Es ahí cuando empezó a vender productos propios de kiosco, como los frutos secos y las chucherías, para que sus clientes pudiesen vivir en sus casas una experiencia lo más parecida posible al visionado de una película en las salas de cine.

Era, tal y como explica, una buena manera de mantener el ritmo de ventas en una época en la que el alquiler de títulos sufría bastantes oscilaciones. Un declive que atribuye a la piratería y a la intratable presencia de las plataformas, que "se han cargado el negocio".

Varea reconoce en la SER que los últimos días han sido agridulces, porque deja atrás un trabajo al que ha dedicado 42 años de su vida y que le ha generado una retahíla interminable de "buenos recuerdos".

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Stromboli, la otra cara de la moneda

Sin embargo, la otra cara de la moneda la encontramos en Dani Gascó, que regenta el que probablemente sea el único videoclub que queda abierto en la ciudad de València. Se llama Stromboli y está ubicado en la calle Centelles, número 17, en pleno barrio de Russafa.

Fue en 2004 cuando Dani y Almudena, su hermana, se embarcaron en la aventura de unir a las personas curiosas que pasaran por allí con el mundo del cine. Una ensoñación en forma de idea que, asegura, no tenía espacio físico en la ciudad y que, contra todo pronóstico, ha logrado sobrevivir a las enormes dificultades que enfrenta un negocio en franca decaída.

Dani Gascó, propietario de Stromboli: "Ahora es el momento de ser raros"

19 años que se explican con una palabra: pasión. La que Dani siente por esta disciplina y la que hace que cree una relación especial con sus clientes. Porque su mejor manera de diferenciarse de la feroz competencia que supone Internet -que ya existía cuando levantaron la persiana por primera vez- es la de procurar "un trato cercano y humano". "Hay personas que todavía aprecian su tiempo libre, que vienen aquí, que confían en mí y que hacen caso de mis recomendaciones, en las que trato de adivinar sus gustos y acertar con los títulos", afirma.

Un trabajo psicológico e intelectual que nunca podrá parecerse, así lo defiende, al realizado por un algoritmo y que ahorra al espectador la ardua tarea de navegar entre el inacabable catálogo que las plataformas de streaming ponen a nuestra disposición.