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LEVANTE UD - OPINIÓN

Felipe Miñambres, el coleccionista de fracasos

En dos temporadas y media como director deportivo, el Levante consumó un descenso a Segunda división, no ha logrado devolver al equipo a Primera y bajó al filial a Tercera RFEF

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Ver al capitán Sergio Postigo dando indicaciones tácticas a varios de sus compañeros desde el área técnica del Nuevo Pepico Amat al cuarto de hora de partido y haciéndolo de forma reiterada desde la banda de calentamiento en la segunda parte, mientras Felipe Miñambres deambulaba por allí con las manos juguetonas, fue la viva imagen de la decadencia de una gestión deportiva que necesita un cambio tan radical como urgente.

Felipe Miñambres forma parte del pasado y el proyecto deportivo de José Danvila necesita otro presente y sobre todo un futuro mejor.

Llegó al Levante en febrero de 2022, con 16 jornadas de Liga por disputar y su primera gran decisión fue mantener a un novel Alessio Lisci como entrenador, porque pensó que con su ayuda, sus recomendaciones futbolísticas y su experiencia obraría el milagro. El Levante consumó la pérdida de categoría a falta de tres jornadas tras encajar una goleada (6-0) ante el Real Madrid.

Sin embargo, sí que cambió al entrenador del filial a falta de dos partidos para firmar a Chema Sanz en el intento de lograr la permanencia. Tan solo tres días más tarde del descenso del primer equipo en el Bernabéu el Atlético Levante caía a Tercera RFEF.

Con el mayor presupuesto de Segunda división, con contratos millonarios y con jugadores de enorme trayectoria profesional eligió a Mehdi Nafti como el gran mentalista, el motivador que llegaría al corazón de los jugadores para sacar lo mejor de cada uno de ellos. Lo táctico se consensuaba cada martes en el despacho del director deportivo.

Su gran apuesta le duró nueve jornadas y tuvo que recurrir al comodín de Javi Calleja para evitar que todo el proyecto y la viabilidad económica de un club centenario se despeñase cuando no se había cumplido ni el primer tercio de la competición.

El Levante no ascendió de forma directa a Primera porque no dio la talla en muchos partidos y fundamentalmente porque no supo ganarle al Mirandés y a un Ibiza que llegó descendido a Orriols. Imperdonable.

Lamentarse del no ascenso por la enorme crueldad de un polémico penalti en la final del play off ante el Alavés sería un análisis parcial a todo lo que ocurrió a lo largo de diez meses de competición.

Ese examen, ese estudio pormenorizado de los detalles que habían desembocado en otro fracaso ya merecía la destitución del director deportivo y del entrenador, pero Quico Catalán no estaba para análisis deportivos sino para encontrar su propia salida y alguna vía de financiación que evitase el descenso administrativo de una sociedad quebrada.

Ante el silencio prolongado del presidente ejecutivo emergió la figura de Miñambres para anunciar la inexplicable continuidad de Calleja y la normalización de una estructura deportiva que era del todo menos normal por lo que acaba de acontecer.

El club podría haber resuelto el segundo año de contrato de Calleja abonando una pequeña cantidad económica y buscando otro perfil de entrenador. Miñambres lo mantuvo durante 27 jornadas para destituirlo cuando el equipo se instaló en la undécima posición y a una distancia de cuatro puntos del play off de ascenso.

Quedaban 15 partidos y 45 puntos en juego para elegir a otro entrenador que asumiera el reto de meter al Levante entre los seis primeros clasificados, pero la decisión de Miñambres fue ponerse el chándal y situarse al frente de la dirección técnica de la plantilla hasta el final de la temporada, mientras dejaba cerrado el fichaje del entrenador del Celta Fortuna, Claudio Giráldez para la siguiente campaña sin saber la categoría en la que militaría el Levante. Giráldez renovó en el Celta y el Levante busca entrenador.

Al coleccionista de fracasos solo le falta coronar su carrera en la entidad granota con una última derrota ante el Alcorcón de Nafti para cerrar el círculo de despropósitos antes de que el club le vaya a premiar con una renovación como director deportivo por devaluar a la plantilla que el mismo ha diseñado. Incompresible.

El Consejero Delegado e inversor, José Danvila todavía está a tiempo de ejecutar una cláusula de escape que está fijada en los contratos de Felipe Miñambres y de Ángel Medina para no tener que asumir los cerca de 800.000 euros que cuesta el último año salarial de los arquitectos de la nada.

Si dentro de unos meses asistimos a un cuarto fracaso ya no será achacable a Felipe Miñambres, sino al Consejo de Administración que lo mantuvo en el cargo.

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José Manuel Alemán

Redactor de Deportes en Radio Valencia