La Plataforma Animalista se manifiesta en Contra de la Tauromaquia y la Novillada Impuesta en Villena
El colectivo se pronuncia tras el evento realizado en la mañana del domingo y la protesta convocada en las inmediaciones de la Plaza de toros de Villena
Villena
La tauromaquia es una práctica que debería formar parte del pasado. Es un espectáculo cruel, en el que se torturan animales hasta la muerte bajo el pretexto de la tradición y la cultura. Sin embargo, la tradición no puede ser justificación para la barbarie, y la cultura que da sentido a una sociedad no debe construirse a costa del sufrimiento de seres inocentes. Este manifiesto surge en respuesta a la imposición de una novillada en la ciudad de Villena, un evento que no solo someterá a seis jóvenes novillos a un destino de dolor y muerte, sino que, además, ha sido impuesto por la Generalitat de manera autoritaria, amenazando al equipo de gobierno local con denuncias si no se lleva a cabo y por extensión a toda la ciudadanía de Villena.
¿Qué es una novillada y qué les hacen a los novillos?
Para aquellos que no estén familiarizados con el término, una novillada es un tipo de corrida de toros en la que se utilizan novillos, es decir, toros jóvenes que tienen entre dos y cuatro años de vida. Estos animales, todavía en su juventud, son lanzados a la arena, un lugar hostil y desconocido, donde serán torturados sistemáticamente por los novilleros, quienes son toreros en formación o con menos experiencia. Este tipo de espectáculo se presenta como una manera de "iniciar" tanto a los toreros como a los animales en el ritual taurino, pero en realidad es simplemente otro acto de violencia legitimada bajo el paraguas de una tradición obsoleta.
En una novillada, los novillos son sometidos a un proceso escalonado de tortura. Primero, son picados por la lanza del picador, un jinete montado a caballo que clava una pica en el lomo del novillo para debilitarlo. Esto provoca hemorragias internas y un profundo dolor en el animal, reduciendo sus capacidades de movimiento y resistencia. Posteriormente, se les clavan las banderillas, arpones pequeños que laceran la carne del novillo, intensificando su sufrimiento. Finalmente, tras haber sido agotado física y mentalmente, el novillero le da muerte mediante una espada que atraviesa el corazón o los pulmones del animal. Este cruel ritual se celebra ante los aplausos de un público que asume que este sufrimiento es una forma legítima de entretenimiento.
Villena obligada bajo amenazas: ¿Quiénes son los verdaderos dictadores?
En Villena, la celebración de esta novillada no es fruto de una decisión popular ni de una tradición que la ciudadanía haya querido preservar. Muy al contrario, el evento ha sido impuesto de manera antidemocrática por la Generalitat Valenciana, que ha amenazado al equipo de gobierno con sanciones y denuncias si no accedían a celebrar este espectáculo. Esta imposición es un acto de autoritarismo en su forma más pura, una auténtica dictadura taurina que ignora los deseos y la voluntad de los habitantes de Villena, que mayoritariamente rechazan este tipo de prácticas. Es irónico y profundamente hipócrita que los defensores de la tauromaquia, a menudo, nos acusen a quienes luchamos por los derechos de los animales de ser "dictadores", de querer "imponer" nuestra visión abolicionista. La realidad es muy distinta: los verdaderos dictadores son aquellos que, como en el caso de Villena, fuerzan la celebración de un espectáculo sanguinario contra la voluntad del pueblo. Son ellos quienes, en lugar de respetar la creciente conciencia social sobre el maltrato animal, optan por amenazar y coaccionar, utilizando el poder del Estado para perpetuar la violencia y la tortura. Este tipo de actitudes demuestra claramente que la tauromaquia no se sostiene por sí misma. Necesita de la imposición y el chantaje para sobrevivir, porque en las sociedades modernas, basadas en la empatía y el respeto hacia los animales, la mayoría rechaza abiertamente estas prácticas. Si la tauromaquia fuera realmente una tradición cultural valorada por todos no necesitaría ser impuesta mediante amenazas; sería acogida voluntariamente. Pero eso no es lo que sucede. En Villena, como en muchos otros lugares, la tauromaquia se enfrenta a un rechazo creciente, y eso es algo que sus defensores no están dispuestos a aceptar, recurriendo a la fuerza y la coacción como único recurso para perpetuar este espectáculo anacrónico.
La defensa de los animales no es dictadura, es justicia
La lucha por la abolición de la tauromaquia no es una lucha por imponer una dictadura moral o ideológica. Es una lucha por la justicia, por el reconocimiento de que los animales tienen derechos y no deben ser sometidos a torturas en nombre del entretenimiento. Es una lucha que se enmarca en un contexto global de respeto hacia los seres sintientes, un movimiento que aboga por la compasión y que rechaza la violencia. Los taurinos suelen argumentar que la abolición de los espectáculos taurinos es una imposición intolerante, pero la realidad es que su defensa de la tauromaquia es una imposición intolerable de la crueldad y la barbarie. En una sociedad civilizada, la tortura no puede tener cabida en ninguna forma, mucho menos como entretenimiento público. La imposición no viene de quienes defendemos a los animales, sino de quienes, con amenazas y sanciones, obligan a los pueblos y ciudades a mantener vivas estas prácticas inhumanas. La ciudad de Villena, por desgracia, ha sido víctima de este tipo de dictadura taurina. Sus habitantes se han visto obligados a aceptar la celebración de una novillada bajo la presión del gobierno autonómico, lo que demuestra que la tauromaquia no es más que una tradición moribunda que se mantiene a través del miedo y el autoritarismo, no del respeto y la libre elección.
Villena se ha doblegado, pero la lucha continúa
Aunque en esta ocasión la ciudad de Villena se haya visto forzada a ceder, no debemos perder de vista el horizonte de lucha que nos une a quienes defendemos a los animales. Cada vez más personas en todo el mundo están tomando conciencia de que los animales merecen vivir sin ser sometidos a espectáculos de tortura, y el rechazo a la tauromaquia es una prueba de que estamos avanzando en la dirección correcta. La imposición autoritaria de una novillada en Villena es un triste recordatorio de que los defensores de la tauromaquia están luchando una batalla desesperada por mantener viva una práctica que cada vez más personas consideran inaceptable. No debemos permitir que el miedo y las amenazas acallen nuestra voz. Al contrario, debemos seguir luchando con más fuerza y determinación, porque nuestra causa es justa y porque el futuro está de nuestro lado. La tauromaquia es una reliquia del pasado que, tarde o temprano, será abolida. El sufrimiento animal no puede ser la base de ningún tipo de espectáculo, y quienes luchamos por su abolición estamos comprometidos no solo con la defensa de los derechos de los animales, sino con la construcción de una sociedad más justa, empática y compasiva.
En Villena, hoy, se ha impuesto una novillada, pero mañana, en todo el mundo, podremos celebrar el fin de esta barbarie. Villena no está sola en esta lucha, y juntos, lograremos erradicar la tortura de los animales de nuestras tradiciones y nuestra cultura. La verdadera dictadura es la que somete y obliga a la violencia; la verdadera libertad es aquella que permite a todos los seres vivir sin miedo ni sufrimiento.