La ferretería La Cadena y la necrópolis de la Boatella

València

Josefa es una fiel oyente de Radio Valencia que, a sus 87 años, nos escribe de tanto en tanto a la emisora para contarnos sus magníficas memorias de la ciudad y trasladarnos algunas preguntas. El pasado mes de febrero nos hizo una petición muy concreta y que nos ha hecho especial ilusión resolver:

“El chico que va los lunes a hablar sobre la València antigua, Luis Fernández, que a mí me gusta mucho, si pudiera enterarse de lo que yo vi: mi tía Amparín vivía en una calle muy estrechita que estaba donde se encontraba la ferretería La Cadena, pero antes había dos naves, y mí tía vivía cerca de ellas. Un día me levanto y salgo a su balcón y mi sorpresa fue que habían derribado una de las naves y lo que yo vi fue como si en ese lugar hubiera habido un cementerio. Había por lo menos cuarenta nichos y habían puesto cintas para precintarlo, y de allí no sé lo que pasó porque nos fuimos a Russafa, porque a mi segundo padre, Luis, lo iban buscando los franquistas…y aunque yo era muy joven recuerdo todo eso”.

En primer lugar, para resolver el enigma que nos planteaba Josefa, teníamos que localizar, con los datos aportados, la calle donde vivía su tía Amparín. Una calle estrechita junto a la ferretería La Cadena. La ferretería de La Cadena fue un popular establecimiento fundado por la familia Torner en 1912 y radicado en pleno corazón de la València comercial, junto al Mercado Central, dedicado a la venta de baterías de cocina, cuchillería, herramientas y tornillería, como así rezaban los anuncios de la época.

El establecimiento se encontraba en la actual calle Calabazas -entonces denominada calle Guerrero, nombre que ostentó entre 1906 y 1940 en memoria del que fuese alcalde de València durante la revolución de 1869, José Antonio Guerrero- en la esquina con la plaza del Molino de Na Robella, junto a la entrada sur del Mercado Central. Un entorno urbano que desapareció a partir de la década de los años 40 por la apertura de la avenida del Oeste, una actuación que afectó también a la casa que alojaba la vieja ferretería, que fue sustituida por un gran edificio de viviendas de estilo ecléctico promovido por los propietarios de la ferretería, circunstancia por la cual fue bautizado como Edificio Torner, en cuyos bajos se estableció la nueva ferretería hasta que cerró en 1981.

Una vez situada la escena geográficamente, había que hacerlo también cronológicamente, y teniendo en cuenta que Josefa nació en 1938, en plena Guerra Civil, que era muy jovencita y que los franquistas perseguían a su padre, es fácil deducir que nos encontramos entre mediados y finales de la década de los 40, durante la penosa posguerra. Una vez contrastada toda esta información, no hay duda de que lo que Josefa estaba viendo en los años 40 desde el balcón de la casa de su tía Amparín, en la calle Calabazas, junto a la ferretería de La Cadena, era el gran hallazgo arqueológico de València en el siglo XX: la necrópolis de la Boatella.

Como hemos dicho anteriormente, toda esta zona se vio gravemente afectada por las obras de la avenida del Oeste -Barón de Cárcer-, cuya apertura requirió del derribo de decenas de vetustas casas que dejaron a la vista el subsuelo de la València romana. El archivo del SIAM (Servicio de Investigaciones Arqueológicas Municipales del Ayuntamiento de València) nos indica que los primeros indicios sobre la existencia de esta necrópolis se recogieron en 1945 en el área de las calles Calabazas y la Mola -una calle desaparecida tras la nueva urbanización de la zona-, donde se detectaron hasta 115 tumbas. Exactamente en el lugar y el momento donde Josefa sitúa su recuerdo.

Posteriormente, a lo largo de los años 50 y 60, conforme iba avanzando la destrucción del viejo barrio y la construcción de las nuevas edificaciones de la avenida del Oeste, fueron apareciendo varios enterramientos más, constatando así que la necrópolis de la Boatella es el cementerio de mayor tamaño de la Valentia romana, datado entre finales del siglo II y el V d. C., período en el cual acogió más de 200 enterramientos que siguen el ritual de la inhumación en distintos tipos de contenedores como sarcófagos, ataúdes o ánforas. No en vano, durante los últimos años, con las excavaciones para la construcción del aparcamiento de la plaza de Brujas y del hotel de la calle Exarchs, junto a la iglesia de los Santos Juanes, han vuelto a aparecer nuevos restos de este gran cementerio que abarcaría una gran zona del suroeste de la València romana, en las afueras y junto al brazo del río Turia que pasaba por la actual plaza del Mercado.

Misterio resuelto pues gracias a Josefa y su prodigiosa memoria, a la que agradecemos que nos haya ayudado a rescatar este interesante episodio de la historia de nuestra ciudad.

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