El síndrome del impostor y su influencia en el marketing
Hoy en nuestro espacio de marketing, vamos a hablar de un fenómeno más común de lo que creemos: el síndrome del impostor. ¿Te ha pasado alguna vez que sientes que no eres lo suficientemente bueno en lo que haces, que tu éxito se debe a la suerte y que en cualquier momento alguien descubrirá que no eres tan competente como aparentas?

Marketing con Fran Torreblanca
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Villena
El síndrome del impostor es una sensación interna de no ser lo suficientemente capaz, pese a tener logros reales y comprobables. Las personas que lo padecen sienten que están “engañando” a los demás y que, en cualquier momento, van a ser descubiertas.
En el mundo del marketing, donde el éxito a menudo depende de la percepción externa, la creatividad y la innovación constante, esta inseguridad puede amplificarse.
Hay mucha comparación con otros, mucha exposición pública y eso genera un territorio perfecto para que aparezca.
Muchos profesionales en marketing trabajan bajo presión constante para ser innovadores y originales. ¿Cómo puede afectar este entorno a la aparición o intensificación del síndrome del impostor?
La presión por destacar, por tener siempre "la idea brillante", puede hacer que uno dude de su talento real. Incluso después de un éxito, cualquier profesional puede pensar que fue suerte o que no podrá repetirlo. Esa sensación de que nunca es suficiente alimenta el síndrome. Además, el marketing está muy vinculado con resultados visibles y medibles, lo que a veces hace que se valore más el rendimiento externo que el proceso interno o la evolución personal.
¿Qué señales o comportamientos deberían hacernos pensar que estamos ante este síndrome, especialmente cuando gestionamos marcas o estrategias?
Algunas señales comunes son el perfeccionismo extremo, el miedo constante a equivocarse, la necesidad de validación externa o el rechazo a reconocer los propios logros. También puede aparecer como una autocrítica muy severa o como la sensación de no estar nunca lo suficientemente preparado, incluso después de años de experiencia. En el día a día del marketing, esto se traduce en dificultad para presentar ideas, tomar decisiones o asumir responsabilidades visibles.
¿Cómo influye el síndrome del impostor en la manera en que un profesional comunica su valor o defiende sus propuestas de marketing?
Un profesional con este síndrome suele infravalorar su criterio, ser más complaciente con los demás y dudar al comunicar propuestas. Tiende a no poner en valor su experiencia o a ceder terreno ante opiniones ajenas, incluso si tiene argumentos sólidos. Eso, en un entorno tan competitivo como el marketing, puede hacer que se pierdan oportunidades, clientes o incluso autoridad profesional.
¿Qué riesgos puede tener para una marca personal o corporativa el hecho de que su responsable sufra este síndrome sin saberlo?
El mayor riesgo es que la marca se vuelva insegura, incoherente o poco visible. Si quien la gestiona no cree en su valor, difícilmente va a transmitir confianza al exterior. En el caso de una marca personal, puede limitar muchísimo el crecimiento profesional y el reconocimiento. En el de una marca corporativa, puede afectar a la toma de decisiones, al liderazgo del equipo y a la conexión con el cliente final.
Para cerrar, ¿qué consejos prácticos podríamos dar a quienes sienten que el síndrome del impostor los está limitando en su carrera como marketers o emprendedores?
Lo primero es ponerle nombre. Saber que lo que sientes tiene una explicación es liberador. Luego, recomendaría trabajar en la autoobservación: ¿qué pensamientos te están limitando? ¿Son realistas? También es importante hablar con otros, porque esto es más común de lo que creemos. Y sobre todo: empezar a reconocer los logros, por pequeños que sean. Hacer un registro personal de avances puede ser muy poderoso para entrenar la confianza interna.




