El bote vacío

Alcoy

Esta historia está basada en un cuento budista.

Hace muchos años, un monje budista buscaba un sitio tranquilo para meditar. Cerca de su monasterio había un lago con botes para poder navegar. Cogió un bote y remó hasta el centro del lago, aseguró su embarcación, se acostó en el suelo y cerró los ojos para poder meditar.

Cuando estaba en plena meditación, notó un golpe en su bote. Abrió los ojos dispuesto a gritarle al barquero del otro bote por ser un descuidado, pero al incorporarse descubrió que se trataba de un bote vacío. Entonces imagino que el bote debía de haberse soltado solo y que la corriente de agua había hecho que chocase contra su bote.

Al pensar en el hecho se dio cuenta de que la ira y el enfado que había sentido estaban dentro de él. El resto de la meditación transcurrió en torno a esa idea.

A partir de ese día cada vez que tenía un choque con alguien, imaginaba que esa persona era el bote vacío que había chocado contra él y ya no sentía ni ira ni enfado.

De nosotros depende dejar salir unos sentimientos u otros. Si queremos ser felices debemos parecernos al monje. Recordemos que los sentimientos viven dentro de nosotros y ante un conflicto no dejemos salir enseguida a la ira, el enojo o el enfado. Dentro de nosotros también viven la compasión, la comprensión, la alegría…

Demos rienda suelta a los buenos sentimientos y atemos a aquellos que nos hacen sentirnos infelices.

Y así, sin casi darnos cuenta, hemos agotado ya cinco meses de este año. Aprovechemos el tiempo que nos queda para ser felices. En nuestra mano está.