Un estudio de la UMH de Elche desvela cómo se moldea el ala de las moscas que les permite volar
Este trabajo puede inspirar nuevas formas de abordar la ingeniería de tejidos o estructuras biomiméticas

Instituto de Neurociencias UMH C

Un equipo del Instituto de Neurociencias de la Universidad Miguel Hernández de Elche y del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, ha desvelado cómo se forma la estructura fundamental para el vuelo de las moscas, el halterio.
Este pequeño órgano, situado detrás de las alas principales, actúa como un giroscopio biológico que ayuda al insecto a estabilizarse en el aire. El estudio revela la existencia de una red interna de ‘tensores’ celulares que es clave para darle al halterio su característica forma.
Los resultados de este trabajo van más allá del caso particular de la mosca de la fruta, ya que aportan ideas generales sobre cómo los órganos adquieren su forma en los animales, una cuestión fundamental en biología del desarrollo. Además, pueden inspirar nuevas formas de abordar cuestiones como la ingeniería de tejidos o el diseño de estructuras biomiméticas.
El trabajo ha sido liderado por el director laboratorio de Arquitectura celular y tisular en el sistema nervioso del Instituto de Neurociencias, José Carlos Pastor Pareja. De esta forma se demuestra que el halterio no es una estructura hueca, sino que sus dos superficies están conectadas internamente a través de un sofisticado sistema celular que estabiliza su forma redondeada.
Durante el proceso que se conoce como metamorfosis de la mosca, el paso de larva a adulto, las alas y los halterios se desarrollan a partir de una fina capa de células.
El equipo de la UMH ha descubierto que primero se degrada una matriz extracelular rica en colágeno que separa sus dos caras. Esta degradación permite que se formen proyecciones celulares que conectan ambas superficies a través de una matriz con otra proteína, la laminina, formando una especie de armazón interno.
Estas conexiones actúan como tensores biológicos, que permiten resistir las fuerzas que de otro modo deformarían el órgano. Cuando este sistema falla, como ocurre en los modelos de mosca de la fruta modificados genéticamente por el equipo, el halterio pierde su forma redondeada, clave para su función.
Además, el estudio revela que el ala está sometida a una tensión constante: una fuerza que tira de su base y otra que lo ancla a la cutícula externa del insecto. Es precisamente este sistema interno de tensores el que equilibra ambas fuerzas para mantener su geometría.
El uso de modelos mutantes y el análisis de la matriz extracelular han sido claves para desentrañar este mecanismo, que combina degradación de colágeno, adhesión celular y tensores internos que refuerzan la estructura desde dentro.




