Un trekking al límite por el Tíbet indio
A veces, los viajes de aventura tienen un final feliz aunque este repletos de penalidades

Alberto Caballero y Silvia Alburquerque, forajidos en la cima de la montaña
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Alicante
La naturaleza siempre nos pone en nuestro sitio a los humanos y doma nuestra soberbia. Cuando muestra su furia indómita hace que nos demos cuenta de que tenemos que convivir respetando sus reglas.
Y es que esa misma naturaleza que se muestra generosa y complaciente, a los pocos instantes, se puede volver peligrosa y amenazante. Por ello, nunca podemos subestimar su poder.
Esta es una de las enseñanzas que se trajeron del Tíbet indio o del pequeño Tíbet un grupo de alicantinos, entre los que se encontraban nuestros forajidos, Silvia Alburquerque y Alberto Caballero, quienes fueron a esta cautivadora zona del mundo para realizar un trekking que les permitiera ascender al Dzo Jongo, una montaña de 6.270 metros.


A mediados de agosto hicieron las maletas y se fueron a esta zona cuya capital es Ladakh y que se encuentra cerca de la frontera con Pakistán. El día 19 llegaron a Leh, a 3.500 metros de altitud, en donde empezaron el proceso de aclimatación. Unos pocos días después se pusieron en marcha para desplazarse al campamento base ubicado de 5,200 metros, para ello tuvieron que atravesar distintas cumbres de 5.500 metros.
Todo comenzó de forma idílica, sin que ninguno de ello, pudiera sospechar que un giro radical del tiempo iba a hacer que llegaran con hipotermia al campamento base en donde se encontraron 10 centímetros de nieve.


Sin dejar de llover
Ese obstinado mal tiempo que les quiso acompañar durante todos esos días de agosto, luego supieron que se trataba de una dana, hizo que tuvieran que desistir y que emprendieran el camino de vuelta.
Su renuncia no se vio acompañada de una mejora en las condiciones meteorológicas y la evacuación, en la que emplearon 12 horas, hasta que fueron rescatados por una destartalada furgoneta que les devolvió a Leh, fue toda una odisea que les llevó a atravesar algún río embravecido y a evitar los desprendimientos de rocas.


Fue una experiencia que les puso más allá del límite, pero que sirvió par que el grupo sacara lo mejor de si mismo, como nos han reconocido Silvia y Alberto.
Por tanto, no fue el viaje que esperaban, pero esa sucesión de penalidades, hizo que la aventura terminará bien, que tuviera un final feliz.
Más información
Para Silvia, una forajida con galones, que ya nos ha visitado en unas cuantas ocasiones, lo sucedido está en el top 10 de experiencias vividas. Y eso que es una viajera empedernida que ha visitado más de un centenar de países.







