Las alarmantes cifras del suicido entre las personas mayores
Un 30,5% de las personas que se suicidan son mayores de 65 años, según datos referidos a 2023, una cifra que preocupa por el envejecimiento de la población
Entrevista con Alicia Sales
Valencia
La doctora Alicia Sales, del grupo de investigación Bestaging de la Universitat de València, ha visitado el programa 'Hoy por Hoy Valencia' para hablarnos de una realidad silenciada: las alarmantes cifras del suicido entre las personas mayores.
Alicia Sales
A nivel mundial, cada 20 segundos fallece una persona por suicidio (OMS, 2024). Según el Instituto Nacional de Estadística, en 2023 fallecieron por suicidio en España 3.952 personas. De ellas, 1.206 eran mayores de 65 años, lo que representa aproximadamente el 30,5% del total. De hecho, el suicidio se ha convertido en una de las principales causas de muerte entre los adultos mayores a nivel mundial, superando incluso las tasas registradas en grupos de edad más jóvenes, y la segunda causa de muerte no natural en España (según los datos del INE, 2023).
Esta cifra resulta alarmante si tenemos en cuenta el contexto de envejecimiento poblacional y los factores específicos que pueden afectar a la salud mental en la vejez: el aislamiento, la pérdida de seres queridos, la cronicidad de las enfermedades, el deterioro funcional o cognitivo, entre otros. Con el envejecimiento de la población se incrementa el número de personas mayores susceptibles al suicidio, pero pese a esta elevada prevalencia, la investigación sobre el suicidio en adultos mayores sigue siendo escasa.
La baja participación de las personas mayores en servicios de ayuda emocional, como la Línea 024, no debe interpretarse como ausencia de necesidad sino como un reflejo de barreras profundas y muchas veces invisibles que dificultan el acceso a estos recursos, o bien, la falta de medidas específicas dirigidas a prevenir el suicidio en este grupo poblacional.
En primer lugar, las emociones negativas se normalizan en el envejecimiento. Todavía existe una percepción social, incluso en algunos contextos profesionales, de que estar triste, sentirse solo o haber perdido el sentido vital es algo inherente al envejecimiento. Esta visión es edadista y hace que muchas veces ni siquiera se identifique el sufrimiento emocional como algo que merece atención o tratamiento.
La depresión en personas mayores suele presentar características particulares, que se diferencian de otros grupos de edad. Por ejemplo, la tristeza no siempre está presente y, sin embargo, sí lo pueden estar la falta de sentido, la percepción de inutilidad o el sentimiento de ser una carga. Estos factores, lejos de ser triviales, son riesgos específicos de conducta suicida en la vejez y, por tanto, requieren una mirada clínica especializada, empática y libre de prejuicios, y no la prescripción de un fármaco.
En segundo lugar, otro factor que puede dificultar el acceso al 024 son las barreras estructurales y tecnológicas que no deben pasarse por alto, y la más importante: el desconocimiento de la existencia del recurso. También el miedo a no saber qué decir, o incluso limitaciones sensoriales (auditivas o visuales) que dificultan el uso de líneas telefónicas. En personas que viven en residencias o centros de día, por ejemplo, también influye la falta de acompañamiento individualizado para acceder a estos servicios o la escasa presencia de protocolos de suicidio en los centros.
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