La curiosidad es el punto de partida de toda mente creativa
En este programa ponemos en valor cómo ser curioso nos lleva a explorar, conectar y descubrir lo inesperado.
Fran Torreblanca
Villena
La curiosidad es el motor que empuja a explorar lo que todavía no sabemos, a conectar ideas inesperadas y a descubrir nuevas rutas donde otros no ven nada.
En el contexto de la creatividad aplicada, no se entiende la creatividad sin la curiosidad. Si no eres curioso, seguramente no puedes pretender crear nada.
La curiosidad puede manifestarse en diferentes formas. Porque entender los tipos de curiosidad es fundamental para activar el pensamiento creativo en cualquier proyecto o proceso de innovación.
Podemos destacar 4 tipos de curiosidad, que son la epistémica, la perceptiva, la diversiva y la social.
Hablamos de curiosidad epistémica cuando el conocimiento impulsa la creación. Este tipo de curiosidad nace del deseo de comprender el porqué de las cosas. Es la que lleva a una persona a leer un artículo hasta el final, a investigar una teoría o a experimentar con un nuevo método de trabajo. Te empuja hacia la profundidad, hacia ese territorio donde aparecen las conexiones más inesperadas. En creatividad aplicada, es la base de todo proceso que busca soluciones complejas. Digamos que si la mente no pregunta, no se activa y, si no se activa, no crea.
El siguiente tipo, la curiosidad perceptiva. Va de explorar con los sentidos.
La curiosidad perceptiva se alimenta de los detalles que muchas veces pasan desapercibidos. Un olor, una textura, un sonido o una forma pueden convertirse en el detonante de una gran idea. Es el tipo de curiosidad que tienen los diseñadores o los artistas cuando observan el entorno con ojos de niño y descubren belleza en lo cotidiano. En el pensamiento creativo, esta curiosidad estimula la capacidad de observar desde ángulos nuevos y de transformar lo sensorial en inspiración concreta.
La curiosidad diversiva va de romper la rutina para innovar. Porque hay momentos en los que la mente necesita aire fresco.
La curiosidad diversiva surge cuando buscamos experiencias diferentes para escapar de la monotonía. Es la que impulsa a probar un deporte nuevo, viajar sin plan o sumergirse en una conversación inesperada. Este tipo de curiosidad es vital para la creatividad aplicada porque mantiene la mente flexible. Romper la rutina abre grietas por donde entra la novedad y aparecen las ideas más valiosas. Sería un ¡a ver qué pasa!
Por último, la curiosidad social, se basa en entender a las personas para crear valor.
La curiosidad social está centrada en los demás, en comprender qué sienten, cómo piensan o qué necesitan. Es esencial para quienes trabajan en innovación, marketing o diseño de experiencias.
Entender al otro permite crear soluciones que realmente importan. Este tipo de curiosidad potencia la empatía, que es una de las habilidades más poderosas del pensamiento creativo. Quien observa con interés genuino a las personas, encuentra respuestas antes de que lleguen las preguntas.
Conocer y dominar todos estos tipos de curiosidad te aporta tener mayor capacidad para crear.
Por ejemplo, en un taller creativo, puede servir para diseñar dinámicas que combinen exploración racional, estímulos sensoriales, experiencias nuevas y conexión humana. También ayuda a detectar bloqueos: a veces falta conocimiento, otras observación, otras energía para salir de la rutina o sensibilidad para entender a los demás. Conocer estas diferencias mejora el proceso de ideación y multiplica la calidad de las ideas.