A degüello
Javier Llopis, periodista

La Columna Javier Llopis (03/12/2025) "A degüello"
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Alcoy
Primero fueron los sindicatos y ahora son los ecologistas. El pensamiento neocon lleva años montando potentísimas campañas de desprestigio contra cualquier colectivo que intente dificultar sus planes para convertir el mundo en una especie de cortijo particular de las grandes fortunas y de los fondos de inversión.
Empezaron con las centrales sindicales, que eran el único obstáculo que impedía implantar la ley de la selva en el mercado laboral, arrasando así con uno de los principales logros del estado de bienestar. Se utilizó toda la artillería mediática e institucional de la derecha para acabar con el sindicalismo; fue una ofensiva brutal y despiadada que ha logrado dejar seriamente tocadas a unas instituciones sobre las que recaía la misión democrática de defender los intereses de los trabajadores.
Culminada con notable éxito esta parte de la operación, ahora les ha llegado el turno a los ecologistas. El objetivo es destruir un movimiento que impide la explotación salvaje del territorio, convirtiendo la destrucción del patrimonio natural en un negocio amañado en el que siempre salen ganando los mismos. No se ha escatimado en mentiras a la hora de acabar con los verdes. Se ha ido a degüello: se les ha culpado de los incendios forestales, de frenar el desarrollo de las ciudades y hasta se les ha responsabilizado de la destrucción de la DANA, en un país cuyo máximo responsable de emergencias se fue de comilona en medio de un brutal desastre climático.
En Alcoy tenemos nuestra propia versión de esta magistral jugada de manipulación política. Cada día que pasa, crece el número de gente que culpa a los ecologistas por el gasto de la reparación de la Rosaleda. Entre los infectados alcoyanos por el virus neocon, se suceden los insultos a La Carrasca, pero a ninguno de ellos se le ocurre pedir responsabilidades a los verdaderos culpables: un gobierno del PP, que desoyó todas las advertencias de ilegalidad y que le encargó la obra a un empresario amigo .
Queda claro, por si había alguna duda, que las campañas de desinformación resultan muy efectivas. Una mentira insistentemente repetida acaba convirtiéndose en una verdad.




