Ciencia y tecnología

Un estudio alerta sobre los riesgos del uso prolongado de algunos medicamentos contra la acidez

Los inhibidores de la bomba de protones (IBP) son medicamentos de uso muy común para tratar la acidez, el reflujo gastroesofágico (ERGE) y las úlceras gástricas

NATALIA KHIMICH

València

Los inhibidores de la bomba de protones (IBP) —medicamentos de uso muy común para tratar la acidez, el reflujo gastroesofágico (ERGE) y las úlceras gástricas— son fármacos eficaces y seguros a corto plazo. Sin embargo, su uso prolongado ha suscitado creciente preocupación en la comunidad médica por su posible relación con problemas renales y cardiovasculares.

Esta es una de las principales conclusiones de un estudio internacional realizado por Carlos Fernández Llatas, investigador del grupo SABIEN del Instituto ITACA de la Universitat Politècnica de València (UPV), en colaboración con el Karolinska Institutet (Suecia), que aporta nueva evidencia científica sobre estos posibles efectos a largo plazo.

El trabajo, publicado en la revista Scientific Reports (Nature Portfolio), demuestra que el uso continuado de IBP se asocia con un mayor riesgo de enfermedad renal crónica (ERC) y un incremento de la mortalidad, aunque sin una relación directa significativa con los eventos cardiovasculares adversos.

Un análisis pionero con datos reales de casi 300.000 pacientes

Para desarrollar el estudio, los investigadores analizaron los datos clínicos de 294.734 pacientes incluidos en el proyecto SCREAM (Stockholm Creatinine Measurements), uno de los mayores registros sanitarios de Europa, con información de más de 1,6 millones de personas en la región de Estocolmo.

El equipo comparó la evolución clínica de los usuarios de IBP con la de pacientes tratados con antagonistas de los receptores H₂ (ARH₂), una alternativa terapéutica empleada para los mismos trastornos digestivos.

Gracias al uso de técnicas de minería de procesos —una metodología desarrollada por el grupo SABIEN de ITACA-UPV—, los investigadores reconstruyeron la evolución temporal de la salud de los pacientes y analizaron cómo se relacionaban entre sí distintos eventos médicos, como la enfermedad renal crónica, los problemas cardiovasculares y la mortalidad.

Resultados y conclusiones

Los resultados muestran que los pacientes que tomaron IBP durante largos periodos presentaron un mayor riesgo de desarrollar enfermedad renal crónica en comparación con los usuarios de ARH₂, una mortalidad más elevada a lo largo del seguimiento, y entre quienes ya padecían enfermedad renal, una mayor probabilidad de sufrir eventos cardiovasculares adversos.

No obstante, el análisis estadístico reveló que la asociación directa entre los IBP y los problemas cardiovasculares no es significativa cuando se considera la mortalidad, lo que sugiere que la enfermedad renal podría actuar como un factor mediador en esta relación.

“Los inhibidores de la bomba de protones son fármacos muy útiles, pero su uso prolongado debe revisarse periódicamente. Nuestros resultados refuerzan la necesidad de controlar la función renal de los pacientes bajo tratamientos largos y de personalizar las decisiones terapéuticas”, detalla Carlos Fernández Llatas, investigador de ITACA-UPV y participante en el estudio.

Carlos Fernández Llatas: "Estos medicamentos son más seguros en periodos cortos"

Por ello, el análisis sugiere que el uso de IBP podría aumentar el riesgo cardiovascular de forma indirecta a través del deterioro renal, una hipótesis que deberá validarse en futuros estudios.

“Dada la alta frecuencia con que se prescriben estos fármacos, los autores destacan la necesidad de ensayos clínicos controlados que profundicen en los efectos a largo plazo de los IBP, especialmente en pacientes con enfermedad renal o en riesgo de desarrollarla”, sostiene el investigador de ITACA.

Implicaciones clínicas y futuras líneas de investigación

El trabajo subraya que los IBP son seguros cuando se utilizan correctamente, pero su empleo crónico sin una indicación médica justificada debe evitarse. Los autores recomiendan monitorizar la función renal en tratamientos prolongados y realizar revisiones periódicas para ajustar dosis o valorar alternativas.

Además, el estudio pone de manifiesto el potencial de las técnicas de minería de procesos aplicadas a datos clínicos reales, que permiten analizar la evolución de enfermedades complejas y descubrir patrones que suelen pasar desapercibidos en la práctica médica tradicional.

“Gracias a estas metodologías basadas en inteligencia artificial, podemos identificar relaciones temporales y efectos indirectos que antes resultaban invisibles. Este tipo de enfoque es esencial para avanzar hacia una medicina más preventiva, personalizada y segura”, concluye Carlos Fernández Llatas.

Carlos Fernández Llatas: "Nuestro trabajo consistió en comparar la evolución de los pacientes según los medicamentos que ingerían"

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