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Aplazado de forma temporal el derribo de Ofelia Nieto

El ayuntamiento asegura que no puede garantizarse la seguridad de los funcionarios encargados de llevar a cabo este derribo. Cerca de doscientas personas, vecinos y colectivos anti-desahucios han acudido hasta el inmueble para apoyar a las tres familias afectadas.

Fuentes municipales han informado de que tres personas han sido detenidas por los presuntos delitos de alteración del orden público, daños y atentado a la autoridad, y desobediencia y resistencia a la autoridad. Varias pancartas con lemas como "No es derribo, es especulación", adornan la fachada de la vivienda, hasta donde llegó esta mañana la Policía, que cargó contra los presentes.

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Han ganado una batalla aunque la guerra se antoja demasiado larga. La familia Castro-González ha recibo este miércoles la mejor noticia en sus diez años de lucha contra el Consistorio madrileño. La paralización momentánea del derribo de su edificio supone un soplo de aire fresco para ellos. Y todo gracias, según reconocen, al último cartucho, a la última bala que les quedaba en la recámara: el apoyo popular.

Desde última hora de la tarde del martes, numerosas personas, entre vecinos y miembros de los colectivos anti-desahucios se atrincheraban en la azotea del inmueble con el objetivo de oponer la mayor resistencia a la hora de la llegada de los técnicos municipales, programada para las nueve de la mañana.

Sin embargo, el poder de las redes sociales hizo que el conflicto corriese como la pólvora en internet y a lo largo de toda la madrugada, los alrededores del 29 de Ofelia Nieto eran un contínuo goteo de personas, que acudían para mostrar el apoyo a los diez vecinos afectados. Arriba, en la azotea, 70 personas que ya no podría salir más a la calle. Los accesos, las distintas puertas de entrada ya estaban apuntalados.

Trancurría una noche cálida. Incluso tranquila, dentro de la propia tensión del momento. Tranquilidad que se rompe hacia las seis de la mañana cuando, los pocos coches de Policía que allí se encontraban, se retiraban para dar paso a seis furgones con inumerables efectivos que salían de los vehículos. Fue entonces cuando, con suma rapidez, numerosos jóvenes se sentaban a las puertas de la vivienda para evitar la entrada de las autoridades. No fue algo eficaz. Unos cinco minutos más tarde, estaban con el resto de sus compañeros, previa identificación.

Minutos más tarde, la confusión se mezclaba con la satisfacción, con una alegría desbocada. Los coches de policía comenzaba a irse uno por uno ante el júbilo de los allí presentes. Pese a ello, los portavoces de las distintas asociaciones anti-desahucios se apresuraban a "no lanzar las campanas al vuelo", más que nada porque la excavadora para derribar el edificio aún se encontraba a escasos cincuenta metros.

A partir de ahora, tendrán que afrontar la situación más difícil. Las opciones pasan por continuar acampados en el domicilio de la familia o acudir al Consistorio para decirle a Botella, cara a cara, que no se ejecute el derribo.

 
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