El fondo y las formas
El auto de la juez Alaya abriendo el proceso para imputar a Manuel Chaves y a Griñán, así como hasta cinco ex consejeros de varios Gobiernos de la Junta, no ha sido ninguna sorpresa. De hecho, era tan esperado que el propio Griñán puso hace apenas dos meses un mecanismo exprés para abandonar la presidencia de la Junta y posibilitar su relevo en la figura de Susana Díaz. El motivo era tan obvio que hubo coincidencia en todos los medios informativos sobre el principal titular del nuevo Gobierno de Susana Díaz: un ejecutivo con el que borrar cualquier huella sobre la trama de los ERES. Griñán además lo había reconocido, se iba para descargar a la Junta de esta polémica que estaba corroyendo su mandato.
Que el auto fuese esperado, no ha evitado la polémica. Con los antecedentes anteriores de la jueza Alaya, resulta difícil justificar como fruto del azar que transcendiera el día de la toma de posesión del nuevo Gobierno. No es baladí tampoco que la jueza haya acudido al mecanismo de la imputación en diferido, que es una especie de anuncio de imputación pero sin imputar, ya que no lo puede hacer al tratarse de personas aforadas. En todo caso, la polémica es de formas y no de fondo. El fondo es un escándalo mayúsculo cocinado en el seno de la administración regional durante diez años cuya responsabilidad eleva la juez a las más altas instancias del Gobierno andaluz. La polémica: unos autos demasiados acompasados con los ritmos de la coyuntura política. Uno podría ser casualidad, pero la reiteración resulta de difícil digestión en el ámbito del respeto que deben mantenerse los distintos poderes del Estado.




