"Un museo bonito y un poco triste"
A algo menos de 40 kilómetros de Madrid, en el municipio de Morata de Tajuña se encuentra el único museo dedicado a la Batalla del Jarama

Algunas de las portadas de periódicos que Goyo ha ido comprando en El Rastro.(Fotos cedidas por Francisco Javier Pastor)

Gregorio Salcedo, Goyo, recorría desde pequeño el campo con su padre buscando metralla y restos del que fue uno de los combates más sangrientos de la Guerra Civil. Hace ocho años con la ayuda de una amiga, Pilar Atance, consiguió poner en marcha el museo para que la historia no se olvide ni se repita.
"Es bonito y un poco triste". Este el resumen que dejaron unos niños en el libro de visitas del Museo de la Batalla del Jarama después de haber pasado por él. Es, tal vez, una de las mejores síntesis que se pueden hacer. Bonito, conocer nuestra historia. Un poco triste, recordar lo que supuso la Guerra Civil.
El Museo de la Batalla del Jarama se encuentra en un municipio, a algo menos de 40 kilómetros de Madrid, que se llama Morata de Tajuña (7.553 habitantes, según el INE). Allí vive Gregorio Salcedo, o Goyo como le conoce todo el mundo. Un hombre, hoy jubilado, de 69 años que desde pequeño acompañaba a su padre al campo, que en febrero de 1937 fue el escenario de uno de los combates más sangrientos de la guerra. "A mí no me dejaban tocar nada porque había muchas cosas bélicas", explica Goyo. Encontraban metralla, trozos de metales que después "se vendían para poder comprar el pan y poder comer".
Con el tiempo, Goyo siguió saliendo al campo pero la búsqueda ya era con otro objetivo. Que no se perdiera la memoria de lo que sucedió en esas tierras y que, con todo lo encontrado, se pusiera en marcha un museo. Desde hace ocho años ese museo existe.
La amiga Pilar
Goyo iba acumulando objetos que encontraba metralla, hebillas, chapas de identificación, suelas de botas, morteros, granadas... Y le faltaba espacio. Ahí aparece su amiga Pilar Atance, una mujer que debe haber superado los 70 años (es un cálculo periodístico), pero ella prefiere decir que tiene la edad que quiere.
Pilar es una enamorada de los museos y con su marido puso en marcha en el pueblo un museo etnográfico junto al mesón El Cid, una casona de comidas caseras que igual recibe la visita de un lugareño, que de un turista o un político, como Felipe González o Alberto Ruiz-Gallardón.
Cuando a Pilar se le pregunta por Goyo ella lo tiene claro. "He creído en su proyecto siempre. He creído que podía ser muy interesante porque es una cosa que ha pasado, que es historia. Casi todos los países que han tenido guerras civiles han conservado su historia y aquí estaba un poco oculta", esgrime Pilar quien rápidamente decidió que todos sus objetos del museo etnográfico, los carros, las ruecas, los trajes de labranza, podían cederle espacio a la metralla, las hebillas, las chapas de identificación... de Goyo.
La metralla, para el arte
El museo tiene unos 250 metros cuadrados, su visita es gratuita y si puede en compañía de Goyo y es imposible contabilizar todo lo que hay aunque él conoce perfectamente cada uno de los materiales que tiene. Lo primero que se encuentra el visitante es una escultura, tamaño real, de un soldado. 'Tributo desgarrado en metralla del Jarama' se llama, está hecha por el propio Goyo con la metralla que ha encontrado en lo que un día fue el campo de batalla. "Lo que ha servido para matar que sirva ahora para arte", señala Goyo al que siempre le sale una vena modesta e insegura sobre si lo que hace es arte o no.
A partir de esa escultura la visita empieza a disfrutarse descubriendo las fotografías y periódicos de la época que Goyo ha comprado en El Rastro de Madrid. ¿A qué precio? "No quiero decirlo. Es mejor que no se entere mi mujer que si no me mata. Muy caro. Yo siempre digo en broma que un periódico me cuesta no beber cerveza en dos meses", contesta. Llaman la atención las dos ediciones que tiene Goyo del periódico ABC de la época. La de Sevilla con Franco y el general Mola en la portada, y la de Madrid, cuya cabecera dice 'ABC. Diario republicano de izquierdas'.
La paciencia
Pero Goyo también se ha encontrado objetos personales, pendientes de mujer, broches que él piensa que podían ser de algún soldado que lo llevaba como recuerdo de su amada, anillos con el emblema de la UGT o La Falange, relojes de bolsillo, y todo con mucha perseverancia recorriendo el terreno con su detector de metales y los ojos bien abiertos. "Se hace sin apenas excarvar, porque no te lo permiten. Aran y tú tienes que ir con mucha paciencia y encontrarlo. Después estudiarlos para ver si es guerra o no es de guerra. Porque a los olivares también ha ido gente a coger aceitunas y también han podido perder cosas. Una vez que sabemos que es verdadero lo exponemos".
Si se continúa el recorrido se descubren latas de conserva de 1936, candiles, monedas con agujeros que sirvieron para prácticas de tiro y todo tipo de material de guerra, morteros, granadas, pistolas que Goyo ha encontrado en pedazos. "A lo mejor encuentras la cola en un olivo y a los 500 metros encuentras otra cosa y tú los unes. Y una vez que están unidos los expones y también vienen los Tedax para comprobar que no son peligrosos". Y se ha hecho incluso con un mapa de la zona, un mapa del bando republicano, en el que se aprecian los agujeros que debieron dejar algunas chinchetas que indicar quizá una batalla o el lugar en el que tenían armas o soldados.
Los tinteros
De entre todas las cosas encontradas o compradas por Goyo hay unas que son especiales para él: los tinteros. "Me gusta cualquier tintero. ¿Qué historia habrá tenido este tintero? ¿Qué es lo que habrán escrito con su tinta? Amores, desamores, penas de muerte o simplemente contando los horrores que tenían que estar pasando", explica mientras cuenta que cuando encontró el primer tintero cometió el "error" de lavarlo. Solo le pasó con los primeros, luego los dejó tal y como los halló, con la tierra del campo de olivos pegada.
Cerca de los tinteros se encuentran otros hallazgos de Goyo que ponen los pelos de punta. Las suelas de las botas y las alpargatas que un día llevaron los soldados y que atravesaría el frío fácilmente durante el invierno. Se ven los números del pie que utilizaban, abunda el 38, porque como explica Goyo "los hombres en aquella época eran más pequeños que ahora".
¡Mira, tu madre!
En la última sala del museo se encuentra la sala de las banderas. Pero no son banderas lo que más llamaron la atención de unos visitantes que Goyo tuvo hace tiempo. Les llamó la atención la portada de un periódico, Crónica, en el que se ve a una mujer armada 'la miliciana Josefina Vara del batallón Largo Caballero', explica el pie de foto. "Hace ya un año estaba aquí una señora mirando la fotografía. Llamó muy nerviosa a su marido, ven, corre, corre, el marido decía ¿qué pasa? Mira tu madre. El hombre lloró".
El museo recibe cada año la visita de brigadistas internacionales aunque el paso del tiempo hace mella y son más ahora sus familiares quienes visitan el museo. También hay excursiones de estudiantes, hay militares que van a estudiar la Batalla del Jarama... Y todo esto se mantiene sin ningún tipo de ayuda pública, ni siquiera del Ayuntamiento del municipio (Partido Popular). "Esto le da repelús a ciertas personas", se queja Goyo que únicamente recibe ayuda económica a nivel particular. Hace un tiempo la familia de un brigadista alemán le dio algo de dinero.
Goyo ya se ha asegurado además de que el museo no se pierda. "Una vez que yo me vaya que esto desaparezca sería absurdo. Estamos preparando legalmente para que quede para todos los españoles. Lo tengo hablado con mi primo Juanjo para que continúe y con otro más joven e, incluso, con otro que todavía es niño". Goyo ya tiene tres generaciones para que continúen su legado a la historia de este país. Una historia con la que él no trata de igualar a ambos bandos, tiene claro que la Guerra Civil se inició por un golpe de Estado. Pero, él quiere que en su museo los visitantes vean el horror de un conflicto bélico para que ese horror no vuelva a repetirse.
Los viajes de Clotilde
Y volviendo a leer el libro de visitas de este Museo de la Batalla del Jarama se encuentran historias como la de Clotilde que escribió. "Soy una niña evacuada de Madrid por los bombardeos de la aviación alemana. Cruzamos la frontera para Francia y dormimos en la nieve hasta el día siguiente que autorizaron el paso de 36 niños y otras personas mayores". Firmado Clotilde Vega. Y justo debajo el texto y la firma de su marido. "Después ha tenido la posibilidad de visitar medio mundo siendo muy feliz en su ciclo final".
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Un paseo por el recuerdo de la Guerra Civil 17/4/2014

Elena Jiménez
Soy periodista desde hace algo más de un par de décadas. Especializada en temas sociales y educativos....




