Sin gol y sin método no hay paraíso

Valencia

Recuerdan a Charles Chaplin en la película ‘Tiempos Modernos’ apretando las tuercas de una máquina como si no hubiera un mañana, pues esa es la imagen que tengo de Lucas Alcaraz después de los últimos partidos de Liga. Tan pronto aborta un escape, como se le suelta el tensor o se le desequilibra la bobina. Así es imposible.

La cadena de producción granota se desajusta cada partido por errores individuales y hay cosas que ya no se pueden entrenar porque forman parte de las decisiones que los futbolistas toman sobre un terreno de juego.

Nadie le indicó a David Navarro que se auto expulsara en Elche, que Rubén no tuviera confianza para ejecutar en penalti, que Mariño, héroe en muchos encuentros, eligiera atrapar en lugar de despejar un balón y asistiera a Vietto o que Barral necesite tres controles para perfilarse en el área y Musacchio llegue a neutralizar un mano a mano con Asenjo.

Sin gol no hay paraíso y sin talento no compites en Primera. Al vestuario granota no se le pueden recriminar conceptos como la actitud o la intensidad. El Levante se deja el alma en cada centímetro de césped, pero el futbol profesional no es una cuestión de fe, es una cuestión de calidad.

Dará para otras muchas columnas de opinión el trabajo del director deportivo, Manolo Salvador durante las dos últimas temporadas y su porcentaje de aciertos y errores, pero lo que no admite debate es la influencia de Caparrós, Mendilibar y Alcaraz en los fichajes.

Salvador se ha instalado en el modelo más cómodo para evitar el conflicto con sus técnicos, mientras en el Villarreal demuestran que el club está por encima de los caprichos de Cani o de los gustos de Marcelino, que montó en cólera cuando le ficharon a Gabriel Paulista en lugar de a Marc Bartra. El Arsenal ha pagado 20 millones de euros por el central brasileño y le ha cedido a Joel Campbell. A ‘Marce’ ya se le ha pasado el cabreo, a mi no.